Lupias, verrugas, y anillos

LUPIAS, VERRUGAS, Y ANILLOS
Las lupias son abultamientos en los troncos de los árboles de 
forma esferoide, de superficie lisa, de todos los tamaños y en cualquier parte. 
Su formación obedece a menudo a causas desconocidas.





Las verrugas/os son también abultamientos en la parte exterior del tronco de las que brotan muy abundantes yemas abortadas, lo que origina una superficie muy rugosa; se producen por causas diversas, como golpes, picaduras de insectos, infecciones víricas, bacterianas, fúngicas, o por fuerzas telúricas, tendidos eléctricos o antenas de telecomunicaciones.
Las agallas tienen en su interior galerías y restos de la actividad de las larvas mientras en los casos de lupias y verrugas no sucede habitualmente.
Fotografía cedida por J.Acacio Suárez

Al ver un árbol destacamos el porte, la copa, las características de sus órganos según estaciones, ¡la sombra! y, en ocasiones la edad aparente; pero pocas veces dedicamos las reflexiones a que el árbol a la vista, allí ha nacido, allí mismo vive, y allí mismo morirá. Muchos otros seres vivos pasarán por él: aves, insectos, arañas, ácaros, jabalíes, ardillas, y un sinfín; llegan se van, y el árbol espera los siguientes. Todos: pasados, presentes, y los que dure forman parte de la cadena de la vida.
Durante todo su vida crecen los árboles, más o menos, mejor o peor, no tienen un crecimiento continuo regularmente.
Podemos contar los años que han pasado entre el momento de su nacimiento – el anillo más interior – y el de su muerte – el anillo más exterior. Podemos, por tanto, relacionar su crecimiento con las bases de datos meteorológicos, incendios, derrumbes, etc.
Las capas de crecimiento acumuladas a lo largo de su vida se hacen visibles  con anillos concéntricos en los que se puede leer, a grandes rasgos, su biografía.
El crecimiento del árbol entre la primera madera y la corteza, el grosor aumentado, el árbol transforma su energía. La generación de nuevas células de crecimiento es máxima en primavera (las ramitas más jóvenes tienen un color más claro), llegando al verano ya escasea el agua y las nuevas células son menores; se detiene el crecimiento en otoño y se detiene en invierno.
http://www.europapress.es/ciencia/habitat-y-clima/noticia-atlas-sequia-ultimos-2000-anos-europa-20151106190319.html

Las diferencias entre las células más pequeñas y las grandes que comienzan a crecer al año siguiente permiten diferenciar los anillos. Se pueden tomar muestras de los anillos sin dañar el árbol haciendo un sondeo parecido a los de geología y obtener testigos cilíndricos de diáfana lectura.
Hay diferencias entre anillos de años distintos por las lluvias o la sequía, las temperaturas templadas favorecen el engrosamiento,  las plagas dejan sus huellas, incendios, golpes mecánicos, etc. Con métodos estadísticos se comparan las cronologías de los resultados en distintas partes del bosque, a distintas alturas, con diferentes suelos y estableciendo controles para hacer comparaciones estadísticas y cruzar los datos obtenidos.




Ahora bien, supongamos que investigamos un yacimiento arqueológico y que en él aparece un tronco de árbol bien conservado en el que se pueden distinguir los anillos, ese tronco pudo haber formado parte de las columnas de una casa, de las vigas que soportaban el tejado o haber sido utilizado como mueble, por citar unos ejemplos. Por supuesto, con el número de anillos podemos conocer la edad del árbol pero no la del yacimiento, ya que no sabemos cuando fue cortado, pero hay una forma de averiguarlo, si el yacimiento no es muy antiguo.
Una fórmula consiste en estudiar series de árboles cada vez más antiguos. Primero se estudia un árbol reciente, cuya edad conocemos, y se extrae la mayor información posible de sus anillos. Imaginemos que en algún momento de su vida hubo una oscilación climática y se dieron varios años fríos. Los anillos correspondientes a esos años serán muy estrechos en el árbol que estudiamos y en todos los de la zona. Determinamos a qué años corresponde esa secuencia particular. Luego buscamos otro árbol que haya muerto poco después de ese periodo concreto, lo mismo que el anterior tendrá la secuencia de anillos estrechos pero, al ser más antiguo, estarán en su parte mas externa del tronco. Así pues, partiendo de la serie en el primer árbol, iremos contando hacia atrás, al llegar a los anillos estrechos, saltaremos al árbol más antiguo y continuaremos contando hacia atrás. Si después se identifica otra zona característica y se tiene un árbol más antiguo todavía, el proceso se puede repetir y así retrocedemos más en el tiempo.
Así se ha logrado llegar en algunos lugares hasta 10.000 mil años atrás. 
Lógicamente, en los lugares donde existen árboles muy viejos la secuencia cronológica es más fácil de lograr. El árbol que mostramos en la imagen proporciona una secuencia que nos permite llegar desde 1953, cuando fue cortado, hasta 1577. En algunos lugares, como por ejemplo, unos árboles que existen en Great Basin, en California, viven todavía árboles que tienen 4.000 años de edad y existe madera muerta de más de 10.000 años. En los lugares donde ya no existen árboles tan viejos, los científicos buscan en las vigas de madera de las iglesias o en los edificios antiguos.
Muchas cosas se pueden averiguar con la dendrocronología, y una buena muestra de ello es la historia de Andrew Ellicot Douglass, el astrónomo americano que comenzó a utilizar este método de datación. Douglass no buscaba una forma de datar un yacimiento arqueológico, él quería descubrir si las manchas solares que surgen periódicamente en el Sol han influido en el clima de la Tierra. Su tesón permitió sentar las bases de una nueva forma de medir el tiempo: la dendrocronología.


 TEXTO Y FOTOS DE MANUEL ANTONIO MIRANDA SALVO INDICACIÓN EXPRESA

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