DAR NOMBRE, APODAR, DENOMINAR, NOMINAR, MOTEJAR, BAUTIZAR
POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
Pagus, pagensis, paganus, pays, paese, pagés, pau, paisaje, paisano, país, son voces referidas a morfologías espaciales distinguidas por los habitantes de una región. Sobre este espacio actúa el hombre, lo transforma, y mantiene con él relaciones que exigen la identificación de algunas de sus partes, de manera que la mención de cada una se traduzca en una imagen clara y diferente de las demás. La toponimia trata de conocer y estudiar el origen y significado de los nombres asignados a los diferentes lugares de un territorio. Sin este conocimiento no se podrían cartografiar éstos ni, por lo tanto, elaborar mapas. Los nombres de los lugares permiten la cabal interpretación del espacio.
Es la toponimia espejo de las realidades territoriales y de las interrelaciones entre el hombre y su medio. Estos nombres nacieron en los primeros tiempos de la ocupación del territorio por la necesidad de singularizar, de hacer propio, el nombre de un lugar.
La actividad de los hombres era agricultora o ganadera cuando esto se produjo actividades que hoy ocupan a una mínima parte de la población, con actuaciones totalmente distintas y de naturaleza propia del sector secundario. Muchos de los nombres se asignaron basándose en sus características topográficas, edafológicas, botánicas, la abundancia o escasez de agua, o relacionándolo con personas, indicando su pertenencia-dependencia, o la circunstancia presente o pasada de fenómenos naturales o mágico- religiosos, usos del suelo, tareas comunales, etc. Y sea cual sea su origen, una vez bautizado, otros hombres lo aceptaron y le dieron la categoría de nombre propio. Se singularizaba para designar de manera inconfundible aquel paraje. En el origen de esta determinación puede haber numerosas causas.
Los nombres de algunos núcleos habitados vinieron del santoral: Santa Bárbara, que fue mártir y virgen en Nicomedia y padeció persecución por Maximino; San Cristóbal, santo de vida desconocida del que dice la leyenda que trasportó a Cristo cuando éste era niño sobre sus hombros. ¿Qué razones tuvieron para aplicar los nombres de santos de tan lejanos lugares? ¿hubo relación entre el lugar, la vida o la obra de estos santos? o, ¿quizá se deba a la onomástica del día de la fundación? Algo parecido debió suceder en el concejo de Valdés (Asturias) para llamar Belén a una de sus parroquias cuando, aparentemente, nada tiene que la relacione con la ciudad palestina. A estos nombres que rigen hoy, probablemente, les precedieron otros que desaparecieron sin dejar huella.
Algunos nombres primigenios fueron transformándose con el paso del tiempo, erosionándose, conservando el significado y mudando el significante, o viceversa, adecuándose a nuevas realidades. Llegaron otras lenguas y nuevas culturas y los nombres de los lugares se adaptaban continuando vivos, como los clásicamente considerados seres vivos. O desaparecieron y otros nuevos ocuparon su lugar. Y fue cambiando la grafía, y la pronunciación, y el significante, y a nosotros llegó ya, muchas veces, sin significado conocido.
Así, con frecuencia, no encontramos el sentido a muchos topónimos. Tampoco se conocen las causas de que se acepte y perpetúe. Quizá evolucionan y hoy mantienen la sílaba/s raíz y fueron cambiando prefijos o sufijos. Y también puede suceder que conserve el significado.
Abundan los casos que abren similares incógnitas, como Granja, quizá del francés ‘grange, 'casa de campo, granja", del latín granum 'grano'. Impenetrable se presenta también El Puñil o La Arquera, voz que se repite en Asturias y a la que es difícil hacer tributaria de 'arco', o madera de producción de los mismos, ni de 'arcada' o 'arquería'. Tampoco Cantioso o Capona debieron significar lo que en la actualidad se entiende, ni Picón, ni Andolinas, ni otros muchos. Algo parecido sucede con los nombres aplicados a las viviendas, distinguidas, conocidas y reconocidas frecuentemente por el nombre de sus dueños –presentes o pretéritos- como se hace patente en algunos casos: se llaman Melón a los que llevan Manuel por nombre y Marica -Mariquiña en Galicia- a las que llevan el de María, y se conocen Casa Melón y Casa Maricona por la elevada estatura de Manuel y de María -respectivamente- sin que tengan relación alguna los nombres de tales casas con lo que parecen declarar, lo mismo que sucede con el topónimo Coristas (Cortes de Pallas, Valencia).
Muchos de estos nombres tendrán su origen antes de la romanización, y se podrán encontrar en otras áreas de Asturias, de España o de Europa. Parece demasiado sencillo que antes de los romanos los lugares permanecieran indeterminados, o que a éstos se les deba la nominación de este territorio; y, aunque se cuenta con la adición de términos de origen griego, germánico o árabe, hay demasiados enigmas a la hora de fijar la evolución de la toponimia.
Mucha importancia tuvieron las lenguas preiberas, las iberas, y también el latín, el griego, las lenguas de origen germánico y el árabe.
La escritura de las palabras, de las mismas palabras y con los mismos significados, también cambia lo suficiente como para hacerlas irreconocibles: Laspra, L'Aspera y El Áspera, Carvalledo y Carballedo, Peredo, Preo y Preu, Linar, Leñar y Llenar, y la misma Malleza y Maeza, se encuentran pronunciados y escritos de diferente manera según el amanuense y el interlocutor, lo que contribuye poderosamente a enmarañar este galimatías.
Con frecuencia se ve partir del nombre actual y, conocida su semejanza con otro, de lengua viva o muerta, atribuirle el mismo significado. Tal sería el caso de encontrar alguna conexión entre el nombre de la ciudad de León y el felino que designa, aunque figure este animal en su escudo. ¿Se puede relacionar el término Galenia con Galeno o con la galena mineral de plomo?
Probablemente con ninguna de las precitadas acepciones. ¿Y Cabrita? se trata de un terreno dedicado al pastoreo de las cabras o ¿se refiere a “Machina de guerra espantosa en el gerco de Balaguer”? (COVARRUBIAS, S. 2001).
Y confuso está el significado de 'cabra' cuando el diccionario de R. A. E. lo define como: ariete, máquina de guerra antigua que se empleaba para demoler murallas, el de María Moliner dice: Máquina antigua de guerra con la que se lanzaban piedras.
Algún parecido tiene este simplicísimo proceder con la llamada 'teoría de la forma, remota práctica farmacéutica por la que se entendía que una planta podría curar las enfermedades de un órgano si se parecía a éste en la forma o en el color, como la pulmonaria (Pulmonaria officinalis), o la hepática común (Hepatica triloba). Remontar la historia hasta llegar al punto en que le fue asignado el nombre sería tocar con los dedos el origen de las diversas lenguas, o de una primera lengua común y primigenia. Cada lugar soporta un nombre tan adecuado que fue aceptado, y que algunas veces se conservó hasta hoy salvando desgastes y ajustes
Con estos rasgos y limitaciones, en la toponimia se encuentran varias claves para entender la evolución del paisaje y su historia. Para conocer los usos que el suelo tuvo en el pasado próximo, o alguna de sus particularidades, resulta esta fuente de enorme importancia porque guarda elementos que determinaron el nombre o los cambios del mismo. Por todo ello, al hablar del devenir del paisaje que llevó a éste al aspecto que actualmente muestra, se presta atención a los topónimos porque a su luz, se encuentran explicaciones de usos pretéritos que la mirada actual no alcanza a penetrar.
AUTOR DEL TEXTO MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ