Paradiella o Palancas desde Troncedo


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Excursión de Marzo de 1996

Hoy había nieve a bajas cotas (a 800 m de altitud) y tuvimos que volver a la línea de costa. El pronóstico meteorológico nos empuja al O y, aprovechando la buena carretera, hacia allá vamos. Subiremos por la cimera del cordal que sale de Soto de Luiña, paralelo a la costa, hacia el SO; que alcanza su máxima cota en el susodicho pico Palancas y cae hasta llegar a la carretera de Cadavedo a Cortina.
Pepe toma equivocada la salida y nos pasea: atravesamos Lamuño y, por Salamir,


salimos a San Pedro de la Ribera (antiguamente San Pedro de Boca de Mar) y por fin nos saca a Soto de Luiña. Al pasar vimos abierta la iglesia y entramos (este conjunto parroquial obtuvo hace unos 4 años el premio Europa Nostra).


Es una salida apropiada para cualquier época del año tanto por la facilidad de sus accesos como por la panorámica que ofrece. El Paradiella o Palancas (702 m) es la máxima cota de la sierra de Las Parleras, de 16 km de longitud, que se extiende entre Luarca y Cudillero.


Se llega por la carretera de Soto del Barco a Canero (N-632). Tras pasar Ballota hay una pequeña capilla a la derecha e inmediatamente después una curva muy cerrada, también a la derecha. Poco antes de comenzar el giro sale a la izquierda una pista asfaltada -al principio- sin señalizar y que fácilmente pasa desapercibida, es la que hemos de tomar. A la izquierda van saliendo algunos ramales pero se ha de continuar en todos los casos por la derecha hasta llegar a Busmarzo, (parroquia de Arcallana, concejo de Valdés).
Es un pueblo pequeño, actualmente con cuatro vecinos. Las casas están dispersas, tienen una escalera exterior de piedra que da acceso a la vivienda, y en la planta baja la cuadra. Están orientadas al E o al S -dando la espalda al N o al O- con muchas piedras en el tejado -especialmente en los bordes- para sujetar las tejas porque aquí azotan los aquilones.
El coche se debe dejar en el pequeño rellano que hay antes de la última casa, bien aparcado, para permitir el paso del camión de recogida de la leche, vehículos agrícolas y turismos.
A la izquierda se ve una antena, está en la cumbre del pico –vértice geodésico de primer orden- y es una excelente referencia para llegar sin pérdida.


Seguimos la pista y al final hay una cuadra a la derecha, continuamos por el prado que hay frente a nosotros y dejamos a la izquierda la casa y el camino que pasa por su antojana. Más arriba dejamos a la derecha unas ruinas cubiertas de maleza, después una casa deshabitada y muy cerca otra de las mismas características. Seguimos desde aquí un camino empedrado –casi en desuso- entre peculiares paredes formadas por piedras grandes separadas -cuesta verla porque está cubierta por la maleza- 3 ó 4 m y entre ellas relleno de otras mucho más pequeñas. A los lados monte bajo de cotoyas y ericas, más lejos se ven fincas que el abandono ha convertido en monte. Llegamos a una collada con espeso tapiz herbáceo y damos vista al valle de Mones.
El camino gira a la izquierda y pronto encontramos otra collada. Seguimos bordeando y dejamos a la derecha un prado cercado por pared de piedra y con una cabaña en un extremo. Desde aquí un sendero enfila rectamente a la cumbre.
Al lado de la antena hay una construcción nueva que parece de servicio para la propia antena; cerca, una caseta-abandonada-que sirvió para vigilar los montes en un servicio contra incendios.
Todo el roquedo es cuarcítico, los suelos ácidos y en las zonas húmedas se forman pequeñas turberas. Las montañas próximas son de los mismos materiales, se ven muy redondeadas por la erosión. Los montes presentan vegetación arbustiva y en muchos de ellos se reconoce la acción del fuego.
Es muy escasa la vegetación arbórea. Se ve el pico Aguión y se adivina el valle del río Canero. La estrella de la panorámica es la rasa1 cantábrica que vemos entre Peñas y Burela.

Es una superficie plana, horizontal o algo inclinada hacia el mar, que no sobrepasa los 300 m de altitud y los 5 km de anchura, que termina bruscamente ante lo que fueron los antiguos acantilados -hoy muertos- del interior. Se extiende desde San Vicente de la Barquera a Burela y resulta perfectamente identificable desde aquí. Se originó por el levantamiento de la costa debido a movimientos glaciostáticos. Debe su modelado -fundamentalmente- a la abrasión marina. En Soto de Luiña hubo un hospital de peregrinos desde tiempos muy remotos, que fue reformado y mejorado en 1655. El 1 de octubre de 1713, D. Antonio Bances funda por donación un hospital [] por ser de gran falta para los peregrinos de Santiago, por ser camino público y real desde el reino de Francia []
La donación incluye, además de la casa, huerto, huerta, castañedo y carbayedo.
Estas parroquias de Soto y San Martín de Luiña tienen varias brañas y fueron frecuentes los incidentes con la población vaqueira -aquí también llamados brañeros- aún hasta tiempos recientes. La iglesia parroquial de San Martín de Luiña tiene en el pavimento las inscripciones que delimitaban el espacio que podían ocupar los vaqueiros pese a que en 1844, el jefe político (equivalente al actual Delegado del Gobierno) ordena que:
“En todas las iglesias que hubiere señal de división sea de la clase que sea, para marcar los puntos que debían ocupar los brañeros y aldeanos deberán quitarse, según por el Sr. Gobernador Eclesiástico se ha prevenido a los párrocos y para cuyo efecto auxiliaron a estos señores Alcaldes, dándome parte de quedar ejecutado, Oviedo a 5 de junio de 1844.
Juan Ruiz Cermeño”

También se puede partir de Troncedo. En este caso se sigue por la carretera que sale frente a la iglesia. Pasa por encima de El Fondón. Se gana altura rápidamente con unas curvas muy cerradas y se dejan a la derecha unas airosas construcciones con aire indiano, se trata de Vista Alegre, y en verdad lo es porque la panorámica sobre La Marina es un privilegio. Vamos por la cara SE del cordal dando vista al valle de El Esqueiro. De vez en cuando nos deslumbra el verde botella de los prados. Pasamos Troncedo sin que el conductor se dé cuenta (es Pepe) y seguimos hasta el final de la carretera asfaltada; en una collada -la Calea de Arriba también llamada Venta Vieja- que da vista a La Marina, giramos a la izquierda -hay una casa guardada por un perro criado con mil leches- y seguimos la pista de tierra unos centenares de m.
Empezamos a caminar por la cara SO del espinazo que separa el valle de El Esqueiro de la rasa. La pista, de reciente construcción, descubre los materiales que forman este suelo: areniscas y cuarcitas asociadas a esquistos ricos en cuarzo.
A la izquierda, se adivina el cauce del río (Esqueiro) muy encajado en las cuarcitas, dando un trazado muy sinuoso y cortes iguales a los del Esva-Canero entre Ese de Calleras y San Pedro de Paredes. No son los Arribes del Duero pero resultan bastante espectaculares. La ladera de la izquierda está repoblada por pinos y eucaliptos y en los regueros hay bosquetes de alisos, sauces, avellanos; a la derecha apenas hay más vegetación que monte bajo de ericas. Llegamos a una collada y nuestra pista es cruzada por otra que llega del N y sigue hacia Arcallana. Seguimos por la de la derecha, pretendemos ver el ojo del puente Dionisio Fierros de la nueva carretera que salva el río Cabo (¿no debería llamarse del Río Cabo?). No llegamos a ver el arco completo; además, la distancia atenúa el impacto y pierde grandeza. Lo impresionante es el corte que las menguadas aguas del río Cabo han hecho en esta sierra y en la rasa. A la izquierda queda la braña de Resellinas, se ven algunas casas con la techumbre caída y todos los signos de abandono; más allá Busmarzo (de allí partimos en anterior subida a este pico en el otoño de 1992). Seguimos la pista hasta llegar a una campera en la que hay una capillina dedicada a San Roque, y un hórreo que cobija el bar del día de la fiesta a juzgar por los tablones que cierran el bajo. Hasta aquí llega una carreterita asfaltada que sale de Ballota. Llaman la atención las enormes cotoyas que se encuentran en los alrededores de la capilla.


Regresamos a la encrucijada. A la izquierda queda el alto San Roque y más arriba, a la derecha, el pico Cabornín. Poco antes de llegar al entronque con la pista que antes abandonamos encontramos a un paseante solitario que miraba embelesado hacia el O. Le pedimos información de los pueblos que tenemos al otro lado del río Cabo. Con gran soltura nos la da, y añade que el pueblo de Resellinas está cercado por una alambrada que cierra una ganadería. También conoce los pueblos que hay al otro lado de El Esqueiro y cita algunas brañas: Gallineiro (de la parroquia de Malleza), Lendepeña, Arquillina, Sinjania y Baos (de Arcallana). La cara del informante resulta familiar para Antón, que se corta algo pero arranca:
-Perdona la aparente indiscreción, pero ...¿te llamas Fernando?
-Sí, hombre, sí. Tú eres Antón.
Está calvo. Tiene la cara rellena y algo risueña. Le quedan restos de tartajeo si apura la palabra. Creo que se alegró del encuentro. Más de 25 años han pasado desde la última vez que se vieron. Otro compañero de colegio y también de Arcallana, Mino, (los tres estábamos internos en el colegio San Luis, de Pravia) hizo fortuna en Paraguay y es millonario, con avión privado y todo. Nos interesamos por el pasado reciente y, sin atrevernos a mayores interrogatorios, nos despedimos con el ánimo disimulado de buscar más encuentros.
Seguimos por la pista hacia El Palancas. Llega un momento en que chocamos con la alambrada del “rancho” de Resellinas, pero hay una portilla que permite el paso y por allí entramos, aunque con alguna resistencia por parte de Antón. La malla, muy tupida, produce cierto desasosiego y Antón pierde los papeles porque teme la aparición de un perro guardián. Salta de uno a otro lado atenazado por el miedo y respira tranquilo cuando consigue que sus compañeros salgan del cercado. Estamos en el alto Las Cogoruzas, se ve la cima coronada por las antenas de telecomunicaciones.
Juan Carlos y Cuco regresan al coche, nos recogerán en Arcallana e intentarán que en el bar del pueblo nos den comida. Pepe, Tomás y Antón enfilan recto hacia arriba bordeando el cierre. Cuando estamos llegando entramos en una pista de tierra que sale de Mones y llega hasta la misma cumbre para dar servicio rodado a las instalaciones. Cuando estábamos coronando oímos vocerío. Se trataba de un grupo de ciclistas de mountain-bike. Dimos una vuelta alrededor de las instalaciones pero apenas pudimos disfrutar porque la visibilidad era muy mala. El viento del norte soplaba con fuerza y se sentía frío.

La rasa occidental es más llana que la oriental.
El regreso lo hacemos siguiendo el camino que pasa por encima de Argumoso. Es un pueblo de casas muy diseminadas, todas abandonadas, con grandes prados contiguos a las casas salpicados de vacas. Algunos tramos del camino están muy embarrados pero al llegar al punto en el que despedimos a Cuco (Cuco, reconocimos tu colillina apagada y caída en el suelo) y a Juan Carlos, encontramos el buen camino que ya no abandonamos hasta Arcallana.
Es sábado 2-marzo-96. Mañana hay elecciones generales al Parlamento. Tan entretenidos bajábamos charlando que no nos dimos cuenta de que el cielo ennegrecía. Empezó a llover y cuando llegábamos a Arcallana las nubes aliviaron la panza y soltaron agua a “jarraos”. Curiosamente, casi en el pueblo, perdimos el camino y hubimos de cruzar algunas huertas y controcios para no empaparnos. El bar está en la plazuela de la iglesia. Hace más de un siglo que está abierto este establecimiento y más que un negocio fue un servicio público; sobre todo antaño, cuando no había carretera a las brañas y los vaqueiros adquirían mercancías al trueque. Cuando llegamos ya nuestros amigos tenían todo arreglado y apelando al parentesco y amistad que nos une a un conocido común nos sirvieron la comida.
De Arcallana parte una pista cementada que pasa por Lendepeña y llega a Zreizal,
Zreizal y Lendepeña
aquí empalma con una carretera asfaltada que sigue a La Barraca y termina en Malleza.


1. Llámase así a la superficie plana de abrasión, escalonada en algunos lugares formando en otro nivel lo que por aquí se llaman sierras planas que extiende a lo largo de la costa asturiana hasta Vegadeo. Tiene variable anchura y la mayoría de los autores le dan un origen marino aunque la mayor parte de los sedimentos proceden del continente. En una de estas, en el Llano de Roñantes, se encontraba la única explotación de turba que existió en Asturias. Es un carbón reciente, de unos 3.200 años.

AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Orugas: Muerte esplendorosa tras una vida arrastrada


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Siempre con el suelo pegado a la cara, siempre con dificultad para mirar hacia arriba, siempre a la defensiva y siempre desarmados; es la dura vida de algunos seres que tienen la muerte asegurada, como todos, aunque se metamorficen en deslumbrantes seres alados, así como Campanilla y otras hadas. Todas las mariposas nocturnas y diurnas proceden de una oruga.

Su aspecto es fiero pero su resistencia es pasiva, tienden a disuadir, no son depredadores, Ni los pelos despiden venenos mortíferos ni la espina final de su abdomen tiene otro valor más que el puramente decorativo, sospecho, algo así como la lanza de don Quijote.
Curiosos individuos aquellos que nacen y se desarrollan bajo una forma y en un punto de la línea del tiempo ‘mueren’ alumbrando un organismo nuevo, una reencarnación; aunque siempre han de hacerlo en uno de la misma especie, tienen varias ‘vidas’ bajo diferentes formas.
No tienen reproducción sexual, ni asexual, es el suyo un estado de tránsito, in itinere. Tampoco se sabe que los tengan luchas territoriales, no hay constancia de disputas por comida, ni por pareja, ni por divisiones administrativas (territorio). No el suyo es un estado desdeñable.

La especie a la que pertenezco estudia afanosamente las disputas –perpetuamente sangrientas- que se despliegan en nuestro territorio, incluso las describen y proponen soluciones (siempre falaces) pero somos muy civilizados y sabemos que la civilización siempre mantiene los errores.

Las orugas son blandas, cilíndricas, de vistosos colores en muchos casos, tal vez para advertir de su toxicidad o sabor.


Ante el nombre podemos creer que se trata de una articulada cadena sin fin que permite a los vehículos –tales como tanques, excavadoras, algunos camiones…- avanzar por terrenos escabrosos. Y es cierto, en parte, porque los terrenos que ‘pisa’ son verdaderamente escabrosos y en nuestra escala resultarían insalvables.

Las orugas que  encontramos en la senda peatonal a Las Caldas ocupan muy poco espacio en las barandillas de la pasarela, son silenciosas, cortas de vista, y sus antenas no son para comunicaciones inalámbricas sino para algo mucho más útil: localizar comida.
Logran la tracción a través de sus seis patas articuladas dotadas de uñas que crecen en los tres segmentos del tórax y de los abdominales salen unas protuberancias membranosas de la cutícula -suelen tener forma de ventosa- dotadas de ganchos en el extremo.
Estas orugas suben, bajan, escalan, rapelan, enroscan, estiran, yerguen, pueden apresurar mucho el paso o simular ser cadáveres.




Cuando se asustan pueden adoptar posturas que dejen al exterior todos sus pelos tomando un aspecto de erizo o mantenerse inmóviles hasta que pase el peligro.
Sus colores nos resultan muy crípticos aunque con frecuencia sirven para camuflarse o enviar mensajes.









Es frecuente encontrar algunas aplastadas bajo suelas de zapatillas o ruedas de bicicleta, pasar desapercibidas es su intención y también nuestra intención, pero…más bien por falta de aprecio (desprecio); ellas se juegan la vida en el logro mientras que los humanos ignoramos el efecto mariposa.
Desprecian los hombres cuanto ignoran pero…  ¡da gusto ser humano!


AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Brañagallones y Cantu´l Oso


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Excursiones a Brañagallones el 27 de septiembre de 1986 y al CANTU’L OSO el 9 de octubre de 1993

Bezanes (654 m) es una aldea que conserva su arquitectura original. Se encuentra en la carretera que une Campo de Caso y el puerto de Tarna; y es el punto de partida para la excursión de hoy a la majada de Brañagallones.

Brañagallones



Desde la parte alta del pueblo sale una pista que conduce directamente a Brañagallones. Es de moderada pendiente y el esfuerzo que hay que hacer nunca es intenso pero sí continuado.
El primer pico que encontramos a la izquierda se llama La Oración (1.081 m). A la derecha discurre el río Monasterio con sentido S-N. Este afluente del Nalón por la margen izquierda nace en la raya con la provincia de León, recoge aguas de la peña El Viento, La Rapaína, y La Rapaona; y al final de su recorrido discurre muy encajonado. Poco antes de llegar a la majada, el camino aparece flanqueado por grandes ejemplares de acebo dando a los accesos una gran belleza. Brañagallones es una majada que tiene una línea de cabañas recostada en la cara occidental de esta cumbre, mientras otras se esparcen por la pradería. Destaca la masa edificada del antiguo refugio de caza reconvertido en hotel y todavía fuera de servicio, pero rompe la armonía una cabaña que levanta dos plantas. Es un verdadero chirrido. Otras están caídas y algunos techos están hechos con la banda de goma de cinta transportadora. Las que tienen más pretensiones se cubren con pizarra.
La genuina construcción pastoril de la montaña casina es una cabaña de planta más o menos rectangular, de poca altura, cubierta por grandes losas, cuya misión fundamental fue acoger las crías de ganado y como secundaria cobijar a los pastores. Brañagallones se asienta en un rellano colmatado por materiales de un torrente que viene de la falda O del Canto`l Osu y que forma un gran cono de deyección.
Debe el nombre a la abundancia de urogallos que en tuvo en otro tiempo. Seguimos caminando hacia el S y la siguiente cumbre se llama La Rebollada (1.190 m), siguiendo la línea de alturas que parte de ésta hacia el S veremos el Canto del Oso (1.800 m). Poco después el nacimiento del reguero La Trapiella y allí hay mismo una fuente. Continuamos ganando altura y ya vemos frente a nosotros un crestón que siguiendo el sentido E-O forma un espolón que se desploma casi vertical sobre el río en el punto en el que éste recibe por su margen izquierda el de La Roza. Se ha de atravesar un túnel y se ve la majada y praderías de nuestro destino. Hay varias cabañas bien conservadas y un antiguo refugio de caza.
Si continuamos pista adelante se llega a la majada de Valdevezón, lugar de gran belleza a la que se une el atractivo de la cueva. Habremos conquistado entonces el mismo nacimiento del río Monasterio.

Valdevezón

La parte baja de las laderas está poblada por robles y, a más altura, por hayas. La mayor riqueza la tiene en su fauna: todos los animales propios de los bosques templados de la vertiente atlántica están aquí representados.
En un paseo diurno se ven fácilmente los grandes herbívoros como el venado o el rebeco y, más difícilmente, corzos; entre las aves destacan el pito real, algunos herrerillos, las grandes rapaces y especialmente la reliquia del urogallo. Los mamíferos cazadores están casi todos representados: zorros, armiños, jinetas, martas, garduñas, gato montés, nutrias y lobos; éstos son de hábitos nocturnos o crepusculares y resulta muy difícil verlos a la luz del día.
Otro tanto sucede con las rapaces nocturnas entre las que destaca el búho real, sin faltar otras menores como la lechuza, el cárabo o el autillo.
Para hacer censos o recuentos de animales no es necesario verlos directamente y se hace a partir de sus excrementos, egagrópilas, restos de comida, o cantaderos. En estos bosques de Reres se encuentran todo tipo de restos y con gran abundancia.
Incorporamos mapa topográfcio del circo de Brañagallones y también de geomorfología, de gran claridad y ayuda para reconocer formas topográficas y de ladera,  contribución importante para entender los “porqués” que surgen ante la contemplación de este paisaje. 




CANTO’L OSO

Se llega desde  Brañagallones.

Canto´l Oso y Brañagallones

Canto´l Oso desde El Remelende

Es de gran belleza, atraviesa un hayedo y a la derecha se oye la trova del río Monasterio, que discurre profundamente encajado entre Peña Piñueli y la caída al O del Cantu`l Osu. Si la excursión es en otoño producirán grato impacto las pinceladas de amarillo membrillo de los bosquetes de abedules, pues formaciones importantes de esta especie abundan en esta zona.
Al entrar en la campera queda a la izquierda la alineación de cabañas y por esta misma mano se prolonga la pradería estrechándose al final entre los piornos de izquierda y derecha. Esta es nuestra ruta para subir al Cantu`l Oso. Continúa el camino y entramos en un terreno pedregoso, casi adoquinado por los materiales que arrastró el agua. Poco más arriba encontramos a la izquierda el lugar en el que el arroyo se sume (por esto no encontramos agua desde la vega). No hay pérdida. Seguimos subiendo, llegamos a un abrevadero, y poco después alcanzamos una campera con en la que luce su esplendor un gran espino albar. Desde aquí caminamos sobre hierba y enseguida encontramos en los vestigios de una majada. Ahora se ve a la izquierda la cima de la montaña elegida. El acceso más cómodo es bordeando esta antigua majada por la izquierda, siempre sobre hierba, y enfilando hacia la cumbre dejando a la derecha una zona rocosa de caliza muy modelada por la erosión y de difícil tránsito.
En la cima hay una cruz con un buzón de montaña.
El pequeño cordal que nace en La Peña`l Viento, se orienta de NO a SE y separa la Vega Pociello de la de Brañagallones. Tiene una peligrosa caída en vertical hacia el E y en la cumbre del Canto`l Osu alcanza su máxima altura. Contemplamos desde aquí toda la cabecera del río Monasterio enmarcada por Peña Piñueli, separada de El Cascayón por la collada La Felguerina; y el camino que lleva hasta el lago Ubalas procedente de La Felguerina. Este lago se aloja en falda NE de El Cascayón y desde aquí se aprecia la cubeta que lo aloja. Al O de El Cascayón se abre la collada de La Bezal y después se levanta la Peña`l Viento (2.012 m), seguida de La Rapaína (2.020 m) y La Rapaona. Al E se abre el valle del río Ablanosa y el Cuito Negro (en otros tiempos famoso refugio de osos), más allá el río Nalón y la carretera que trepa por la fachada O de la sierra de Cárdenas -cordal que parte del puerto de Tarna con El Abedular y termina en el Tiatordos- en la que se reconocen perfectamente el Maciédome y el hayedo de Pandellanza entre éste y el Tiatordos.
Al otro lado se ve el valle de Ventaniella y, al fondo, la inconfundible línea crestada de los Picos de Europa.
Picos de Europa desde Valdevezón

Cuando coronamos ya era escasa la visibilidad. Al poco tiempo comenzó a nevar un poco y apenas tuvimos tiempo para comer las manzanas con las que siempre nos obsequia Tomás. La subida tiene un gran parecido con la del Tiatordos. Se reproducen casi las mismas formas topográficas hasta coronar la cima.

Estos montes de Caso gozan hoy de la figura de Reserva Regional de Caza e incluye casi en su totalidad el antiguo Coto Nacional de Reres. Ocupa casi 30.000 ha entre los 500 y los 2.022 m de altitud del pico Las Mazas. La fauna está constituida por urogallo, pito negro y pico mediano (la presencia de éste no está constatada), en las zonas boscosas. En las zonas más altas hay perdiz pardilla, rebeco, y liebre de piornal. También hay marta, armiño, lirón gris y gato montés. Son muy abundantes el jabalí y el corzo. Ocasionalmente se pueden ver lobos y osos.

En este mismo blog también puedes ver la excursión al Tiatordos, en el Parque Natural de Redes.
Pico Tiatordos

AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Desde Torce al Pico Aguil, La Magdalena y Fonfría con llegada por barrio de Cuña


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Excursión del 8 de octubre de 1994

El pico Aguil
Se llega a Torce desde San Martín de Teverga, desviándose de la carretera que Lleva a puerto de Ventana. Se Sale de la aldea con rumbo S por un camino ancho y pavimentado, por la cimera del pueblo. Hay a la izquierda, hasta el río, prados cercados por espesas sebes; a la derecha, una impenetrable formación boscosa de avellanos. No hay pérdida posible, el camino sigue (a distancia) paralelo al cauce del río y otros que aparecen a izquierda y derecha no invitan a ser transitados para alcanzar nuestro objetivo.


Poco a poco van desapareciendo los prados. Nos vamos adentrando en el bosque y se mantiene el buen trazado y firme del camino. El rumor de agua apaga nuestras conversaciones.
Hacemos algunas paradas embelesados por el espectáculo. Lucas habla del mundo árabe que tan superficialmente conocemos por la secular confrontación de religiones pero que resulta más próximo en algunos ámbitos de la cultura como la vida solidaria y bulliciosa en común con los vecinos, calles, colorido, hospitalidad, aprovechamiento del agua y la sombra, dominio de la Hidráulica, sabiduría en todo el manejo de los recursos naturales.


Más adelante el camino se aparta del río y se enrosca en la peña ganando altura rápidamente. Salimos del bosque a monte bajo de ericas y, volviendo a la derecha, se llega a una braña. Hay unas pocas cabañas replegadas al abrigo de unas rocas, una pequeña campera rodeada de piorno y algunas vacas -asturiana de los valles, con placa de saneamiento- moscando son las imágenes que constituyen la estampa. A la izquierda (S) se ve el Aguil.



Avanzamos entre piornos -es importante no perder el camino- y entramos en un abedular que pronto da paso a un bosque con hayas, serbales y abedules. Cuando salimos a monte bajo y volvemos la vista atrás, un bello retrato nos guarda la espalda: el cordal de La Sobia en toda su extensión con Carrea, Berrueño y Sobrevilla, Peña Gradura, El Caldoveiro y Maravio, Picos de Europa, la cima de Peña Rueda, El Panchón, El Ranchón, el Huerto del Diablo y la crestería de Peña Ubiña.



Cordal de La Sobia desde el Aguil
Doblamos un cantil y enseguida contemplamos el anfiteatro de la braña El Aguil. Incrustada la campera y rodeada de piorno, con cabañas bien conservadas aunque alguna derrumbada, y tres maravillosos corros componen el cuadro. Desde aquí se sale al puerto -y braña- La Mesa yendo por el camino de la izquierda (SO) y al Muro (sector algo más al N del mismo “Camín Real de La Mesa”) saliendo hacia el O. Avanzamos en ese sentido y pronto avistamos el tramo del Muro, el alto La Cuguruza, Peña Negra y El Micho. Ahora es importante no perder altura hasta llegar a un espeso piornal, ya sobre la pradería. Atravesando esta formación arbustiva levantamos algunos venados que en su huída ofrecen una hermosa viñeta.

Braña La Mesa
Llegados al Muro y tendiendo la vista atrás vemos que el matorral -cortado por la caja de la calzada- oculta la braña La Mesa y al fondo está la sierra Los Bígaros (2.045 m). Esta braña pertenece al pueblo de Saliencia, antaño tuvo venta para arrieros (y una ermita, del Ángel, cuyas imágenes fueron trasladadas a Éndriga) atendida por un vecino elegido por sorteo y sin poder ser reelegido. Aquí se detuvo Jovellanos el 27 de junio de 1792 (comió bien pero con hartas incomodidades, manifiesta en sus escritos) y bajó a Teverga por el camino que a nosotros nos trajo, que el ilustrado gijonés calificó como el peor de los que recorrió en su vida. Aquí, en El Muro, nos encontramos con un joven que sin otro atuendo que una toalla y un bañador subió trotando a una cercana montañita; una vez en la cima, quedó erguido y con los brazos en postura declamatoria.
Algunos mojones -los hay de 2 estilos- de los que jalonan la ruta fueron descabezados; éste, el del Muro, se conserva entero. De este punto se dice que hubo antaño alguna construcción de carácter defensivo pero no encontramos resto alguno.

Los Bígaros desde la subida al Aguil
Seguimos hacia La Magdalena (N) y, del piornal que tenemos al frente, salen tres venados que enseguida notan nuestra presencia y se refugian de nuevo en la espesura. Cuando llegamos a La Magdalena nos sentamos y, arrobados, se nos escapa casi 1⁄2 hora. Contemplamos el valle de Saliencia y las recortadas siluetas de las cabanas que dan, con esta luz crepuscular y contrastada, un aire mágico, evanescente e intemporal.

Fonfría

Emprendemos el regreso pasando hacia Fonfría por un sendero bastante embarrado. Cuenta la braña con varias cabañas en pie, algunas cabanas, y también ruinas de ambas. El camino sale hacia el N por la margen izquierda del arroyo que allí mismo nace. No ofrece problema alguno hasta salir del hayedo donde invita a seguir hacia abajo, pero es engañoso porque pronto se cierra; se debe seguir por llano hasta ver unos prados a la derecha y allí seguir un sendero hasta ellos. Después, saltando las sebes, se llega al camino principal.

Desde Fonfría hasta más abajo de Carroceda nos acompañó el berrido de los venados en el ritual nupcial de la berrea. Los machos emiten poderosos mugidos con el fin de asustar a otros competidores en la lucha por las hembras. Entablan incruentas batallas entre ellos haciendo entrechocar sus cuernas para cansar o desanimar al oponente.
Torce se asienta en la cara NE de Peña Negra de Torce (1.535 m), a 760 m de altitud. Esta Peña Torce fue un importante puesto de ojeo para la caza del oso. Los cazadores se situaban en la cima y los monteros los empujaban hacia arriba produciendo toda clase de ruidos. Últimos ejemplares abatidos:

3-10-57 muerta hembra de 70 kg
22-9-59 muerto macho de 110 kg
1-11-60 muerta hembra de 123 kg
1-11-60 muerto macho de 87 kg
31-10-61 muerta hembra 60 kg
31-10-61 muerta hembra 55 kg
29-10-62 muerta hembra 120 kg
26-11-62 muerta hembra 56 kg
27-10-65 muerta hembra de 72 Kg

En el año 1122 un monasterio de este pueblo fue donado al de Cluny por el conde Suero Vermúdez y su esposa Enderquina; cuatro años más tarde, el mismo conde lo entregó a la Iglesia de Oviedo.
En abril de 1921 pasó por aquí el eximio D. Aurelio de Llano Roza de Ampudia de camino hacia Somiedo. Un lugareño le acompañó como guía hasta Fonfría (32 cabanas tenía esta braña por aquellas fechas) y de él recoge:

Más quisiera morena
dormir contigo,
que tener la panera
llena de trigo.
Después de dormido
quisiera tener.
la panera de trigo
y a ti por mujer.
El que non tién rapacinos
nin tampoco tién muyer,
unce cuando i da la gana
y desunce cuando quier.

Estos pueblos de Barrio de Cuña, Cuña y Torce se encuentran en el valle de Somoza (o Somaza), hermano menor del de San Pedro (Teverga se estructura en torno a tres valles principales: Val de Santibáñez, Val de Carzana y Val de San Pedro):

El Somoça con la maça
con los moros se embelena
muchos dellos despedaça
las doncellas desempena.

En Cuña hubo un cenobio, bajo la advocación de san Cristóbal, que por orden del mismo conde D. Suero pasó en 1123 a pertenecer a san Salvador de Oviedo.
Aquí se levanta la casona de Cienfuegos, del s. XVIII, con capilla de la misma fecha. Se dijo que en vísperas de una batalla contra los moros y siendo los cristianos muy inferiores en número, su capitán, D. Pedro, ordenó a sus hombres -100- que cada uno encendiera una hoguera y diera vueltas a su alrededor para que el enemigo identificara las sombras con el número de soldados. Así lo hicieron y obtuvieron un clamoroso éxito. Tantas víctimas ocasionaron al enemigo que aún hoy en períodos de lluvias intensas afloran sus huesos en el lugar llamado Fuente de los Huesos. Este glorioso -real o no- hecho de armas figura en el escudo del apellido Cienfuegos.

Cerca de Barrio hay unas paredes ruinosas en un lugar llamado El Tesouro, donde se asegura que hubo minas de oro.
La ruta conocida como “Camín Real de La Mesa” la identificó como calzada romana D. Claudio Sánchez Albornoz, que la recorrió en compañía de su amigo D. Juan Uría sobre los años 20.
En el Campo La Magdalena los vecinos de Teverga (los de la “oreya larga”) no podían llevar a pastar su ganado si no iba el pastor con perro, palo y bocina, según sentencia judicial de 1907, a causa de las numerosas fricciones entre los vecinos de ambos valles. Los de “la oreya larga” deben su fama a cierta raza porcina por la calidad de sus jamones:

Para frailes, San Vicente,
para monjas, Santa Clara,
para gochos en Teverga,
que son de la Oreya Larga.



En Barrio entablamos conversación con un lugareño y nos cuenta que es tal la cantidad de venados y jabalíes que hay en los montes que arruinan sus campos. Probablemente es cierto lo que dice pero no lo es menos que las brañas están invadidas por la maleza y muchas fincas se ven abandonadas.

AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

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