POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
No vivimos en catedrales, museos, palacios o polideportivos, pero sí entre millones de especímenes de diversas especies –cada vez menos individuos y menos especies- y la mengua creciente de estos seres vivos nos afectará más, mucho más, que la desaparición de las catedrales o de los museos.
Están confiadamente cercanos y dejados, ignorantes de que nuestras armas de destrucción masiva los exterminarán en cuanto nos molesten lo más mínimo. Viven, y viven como todos los vivos, con todas sus funciones características. Nuestros parámetros no alcanzan a entender otras formas de vida y siempre se habla del ‘último descubrimiento’ en comportamientos, estímulos, reacciones, etología, o córtex; simplezas y elucubraciones humanas.
Emociones (con las consustanciales reacciones psicofisiológicas) se pueden alcanzar en cualquier senda peatonal ante el espontáneo comportamiento y milagroso atuendo de nuestros compañeros, siempre más gratos y sorprendentes que los de cualquier gran superficie y sin eliminarlos de la faz de la tierra. No son más importantes los budas gigantes, las pirámides, o las torres Petronas, sólo tienen más masa que estos otros compañeros de viaje que están en cualquiera punto de los espacios paseables. Hay que verlos, oírlos, no tocarlos, olerlos ni paladearlos.
Algunos de ellos, los migrantes, convierten a los hombres en nanoviajeros.
El bisbita común es de pequeño tamaño. Tiene el plumaje veteado, de color terroso-verdoso en la parte superior del cuerpo y con un tinte amarillento-verdoso en el pecho; en los individuos más jóvenes resalta el listado y se atenúa en los de más edad. Es abundante en invierno y pasa desapercibido fácilmente entre lavanderas. Es un pájaro caminero, patea el campo en busca de semillas o pequeños invertebrados. Al intentar fotografiarlo no pasa desapercibida su movilidad porque se detiene en pocas ocasiones, pero no resulta esquivo y se consiguen fotografías sin dificultad.
Bisbitas |
Bisbita ribereño alpino |
Esta criatura salvada por Noé es de difícil determinación por las características parduscas del plumaje y sus tintes verdosos y amarillentos que la dan un camuflaje perfecto.
No se conocen problemas de conservación de la especie, pero les afecta todo lo relacionado con los plaguicidas –de cualquier tipo- y los cambios de usos del suelo.
Al menos cuatro especies del género Anthus se pueden observar en Asturias y podría parecer fácil distinguir unas de otras pero…no se ven simultáneamente para poder comparar.
La lavandera blanca (Motacilla alba) es la más común en España, especialmente en invierno, cuando se reúne en dormideros, en muchos casos urbanos y a veces enormes.
En el campo es frecuente verla alrededor de las vacas en los pastos y hasta sobre sus lomos, por ello en Asturias se conocen como pastoras,
Motacilla cinerea |
Lavandera boyera (Motacilla flava). Este minúsculo animalito o alguna de sus subespecies inverna en el oeste de África (Senegal, Malí y Gambia, y hasta en el norte de Nigeria). Entran sobre todo por los Pirineos occidentales y bordeando la costa descienden por Portugal, según los anillamientos.
Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea) es de silueta muy estilizada y con tonos grises y amarillos.
Estas especies, como otras que son frecuentes en la estación fría o estival, según su procedencia, realizan viajes de miles de km, sin GPS, con predadores hambrientos; salen puntualmente de sus lugares de origen y llegan con precisión a los destinos, se ha observado que la meteorología no influye salvo cuando produce interferencias en sus sistemas de navegación. Suelen partir y llegar en la misma fecha año tras año.
Poco tiempo tienen las crías para aprender todo lo necesario para vivir -les viene de serie- porque han de adaptarse rápidamente de las tierras frías a las templadas –o viceversa- en pocas semanas, vivir en sociedad, a distinguir a ‘los buenos’ de los malos’, lo que es comestible de lo que no lo es; sus alimentos no tiene visible la fecha de caducidad, de envasado, “nada de made in …”.
Los humanos venimos mal ‘equipados, necesitamos que nos eduquen durante muchos años para vivir angustiosamente y llegar a la muerte sin –ni siquiera- ver la perfección.
Pero consolémonos: estas avecillas no tienen ordenadores, ni teléfonos –fijos ni móviles- y no llegaron a la luna.
Camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula) es difícil que pase desapercibido por el brillante colorido de su plumaje.
Macho de Camachuelo común |
Viven en bosques de especies caducifolias, coníferas, zonas con arbustos y árboles dispersos, huertos, plantaciones de frutales, y no le gusta el campo abierto; elije los sotobosques y riberas arboladas. Los frutales le atraen especialmente y llena su gordo pico tiernas yemas (precisamente por ello no es del gusto de fruticultores) y nacientes flores. Pocas veces solitario y los grupos familiares de jóvenes rondan su lugar de nacimiento.
La nota de llamada es un silbido corto en tono bajo y lastimero; a pesar de su aparente intensidad, esta llamada se escucha hasta 100 m y los pájaros no pierden el contacto entre sí en ningún momento. Si uno observa que el otro no acude a su llamada cuando él se aleja hacia otro lugar, insiste en ella y regresa, acercándose gradualmente al lugar donde el otro debería estar. Este fenómeno propio de los fringílidos, pero nunca tan acusado como en éste.
Algunos estiman que puede cortar los brotes de un árbol frutal a razón de 30 o más por minuto.
Es muy diferente en él su comportamiento durante el celo de los demás fringílidos:
a) La conducta sexual se mantiene durante todo el año.
b) Las relaciones se desarrollan lejos de cualquier mirada del observador.
c) Una pareja adulta que sobreviva al invierno volverá a criar junta.
d) No hay vuelos de declaración de celo.
Hembra de Camachuelo común |
No es pajarillo migrante y no pasa al sur de la cordillera Cantábrica salvo en el extremo gallego por el que llega a Portugal.
AUTOR DE TEXTO MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
AUTORES DE FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ Y JOSÉ RAMÓN FDEZ.-TRESGUERRES
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