Sierras de Begega y Courío, siguiendo las huellas de las explotaciones auríferas romanas


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Las minas de oro de Asturias fueron explotadas por los romanos1 y no parece que hubiera posteriormente trabajos importantes hasta finales del s. XIX, cuando una compañía irlandesa inició la explotación de los yacimientos de Naraval y Santiago Cerredo en Tineo. Lo que sí se mantuvo casi hasta hoy fue la actividad de los “oureiros”, buscadores de oro que en el verano bateaban las arenas de las orillas de los ríos2.
A principio de 1995 se volvió a hablar insistentemente del gran yacimiento de oro que hay en la ladera O de la sierra de Begega, en el término municipal de Belmonte, y que pronto se pondrá en marcha. Tiene la concesión la empresa minera Río Narcea Gold Mines3. Esta compañía espera obtener unos 4.500 kg/año, lo que supone unos 8.000 millones de pts. El potencial del yacimiento se estima en 5 millones de onzas (1 onza = 31,15 gr) y se calcula un movimiento de tierras de 4,5 millones de tm. La puesta en marcha de la explotación está subvencionada por el gobierno español con 1/2 millón de $ y se dice que estaría dispuesto a financiar hasta el 30 % del coste de la puesta en marcha. Este yacimiento muestra gran parecido con la explotación de Carlintred (Nevada, USA). El yacimiento asturiano generará unos 300 empleos directos.
Esta excursión parte de Boinás y termina en Selviella. Yendo hacia Boinás procedente de Tuña vamos dejando el río Cauxa a la izquierda, después se cruza y poco antes de llegar a Boinás -unos 500 m- un reguero corre por un bosquecillo de castaños, justo en el punto que corta la carretera, se ve por arriba el gran tajo que el arroyo le hizo a la ladera. El agua fue usada como fuente de energía hidráulica para producir grandes argayos (fanas, desplomes) y para lavar los materiales térreos que el agua arrancaba en busca de oro nativo.
Boinás es una aldea pequeña, pero aun así cuenta con dos bares. Cobraron nueva vida con los sondeos en busca de oro que se están haciendo y esperan convertirse en importantes establecimientos del ramo. Aquí se bifurca la carretera, por la derecha se sale a Alvariza (a 1,5 km aguas debajo de Belmonte) pasando por las Estacas (este tramo es muy estrecho y peligroso).
Por la izquierda, faldeamos la sierra de Begega por la cara NO y después de la collada del Courío, aguas vertientes al río Pigüeña, salimos a Selviella.
Boinás desde Peña Manteca

Pasado Boinás, como a 1 km, después de una curva a la izquierda determinada por un reguero, hay un sitio estupendo para contemplar el gran movimiento de tierras que los romanos realizaron aprovechando la altura a la que captaban el agua. Más adelante hay otra curva muy cerrada -ésta a la derecha- y después de darla se ven unos prados casi llanos a la misma mano.
Parece que son el fondo de un pequeño embalse, hoy desecado, en el que se retenía el agua para derrumbarla en la cabecera del arroyo de Boinás. Aquí, siguiendo un camino casi llano que sale a la izquierda, se encuentran escorias de fundición, probablemente contemporáneas de la primera explotación.
Estudiando el mapa topográfico 1:50.000 da la impresión de que la carretera discurre buena parte del recorrido siguiendo el trazado de un canal cuya agua trabajaría en las cabeceras de todos los arroyos que se encuentran a la izquierda (aguas vertientes al río Cauxa o directamente al Narcea, al actual embalse de Soto de la Barca).
El siguiente pueblo, Valle, queda 1 km más arriba. Se llega por un ramal que sale a la izquierda. Tiene un aspecto ruinoso. Lo más interesante es un túnel -bocamina- probablemente perteneciente a la red que se hacía en las fucaronas para anegarlos de agua, romper así el equilibrio y producir los desplomes.
Galería en Valle

En el siguiente cruce se deja a la izquierda el que conduce a Begega y muy pronto se alcanza la cota de los 700 m, lo que se nota en la vegetación y en las construcciones. Pasados Santa Marina y El Pontigo -las casas están orientadas al S y tienen los tejados sembrados de grandes piedras para paliar los efectos de los vientos N y NO- se encuentra el desvío a Villaverde.
Aproximación a Villaverde

El reguero que discurre entre Villaverde y Antoñana (nombres de origen romano) fluye por un cauce artificial creado por el movimiento de tierras que se realizó que se aprecia muy bien en el abarrancamiento de la parte alta.




Al llegar a la collada que da paso al valle del Pigüeña, en la falda S del Courío, se encuentra la carretera -muy encajada- dejando unas hombreras a los lados de más de 8 m de altura, y por la izquierda -por la falda del Courío se aprecia una topografía resultado del mismo movimiento de tierras.




Esta excavación se une a la que pasa por Millara siguiendo el curso del río.
Millara

En la misma collada pudo haber una balsa (como en el puerto de El Palo);


donde la hubo seguro fue aquí cerca, en un prado que hay subiendo al Courío en el que se observa perfectamente -aún queda un encharcamiento- lo que fue un pequeño lago artificial y la presa (corrugi) que lo abastecía. Sorprende el roquedo granítico de este pequeño enclave. Desde aquí se puede coronar el Courío por la pista recién abierta (en 1994) con poco esfuerzo y en poco tiempo.
A lo largo del recorrido desde Boinás se presentan numerosas ocasiones de admirar el tajo del Narcea y la plataforma que al O soporta algunos pueblos de los concejos de Salas y Belmonte (varios de los cuales fueron brañas de invierno) y el gran vaso que contiene el embalse de Soto de la Barca.
Aun a esta distancia resultan espectaculares los pliegues de las pizarras del Narcea.
Sí se hizo la excursión entrando por Tuña. Se llega a comer a Selviella, o al Puente San Martín.
Courío, Courío
cuánto oro
en tu panza
tienes metío

Se decía por estas tierras.

SOMERA DESCRIPCIÓN DE ALGUNOS PROCEDIMIENTOS DESARROLLADOS POR LOS ROMANOS PARA EXTRAER ORO, LOS ARADOS

Se llama así porque parecen las arrolladas que hacen las lluvias torrenciales, con surcos parecidos a los que hace un arado.
Se conducía el agua a través de un canal alimentador que seguía una suave pendiente -casi una curva de nivel- y a lo largo del recorrido se hacían desagües a intervalos regulares de 10 ó 15 m controlados por portillas que hacían de compuertas. Desde cada una se excavaba una roza (paralelas entre sí, que les da el aspecto arado) en el sentido de la máxima pendiente. Así se conseguía labrar la ladera. Los surcos marcados se reunían en un haz unos 200 ó 300 m más abajo. Se excavaba una parte de la ladera que quedaba con forma de gran cuchara hendida por las cárcavas y cuyo mango sería el canal de salida. Los trabajadores harían circular el barro separando las piedras.
En una explotación de tamaño medio, con esta tecnología se empleaban de 2.000 a 3.000 mineros.

RUINA MONTIUM

Era el de efectos más destructores. Se excavaban túneles en la falda de la montaña y también se abrían grandes pozos que comunicaban con estos túneles. Al inundarlos violentamente el agua corría por el interior arrancando materiales y produciendo grandes desprendimientos, así se conseguían gigantescos desplomes y se abría el gran cráter a media ladera.

CONCHAS DE EROSIÓN

Es el modo de ataque hidráulico más elemental y primitivo de todos los conocidos. Siempre se trata de lograr que el agua arranque y arrastre los materiales produciendo derrumbes. Se conduce desde cotas altas al objetivo que se pretende desplomar; a veces, tiene en la base una zanja u hornillo para preparar la pérdida de equilibrio y, en la cimera, algunos pasillos para facilitar la penetración en la masa pétrea.
Las minas eran concesiones a particulares, pero las de oro las explotaba directamente el Imperio. Los aprovechamientos estaban a cargo del procurator metallorum y eran trabajadas por esclavos condenados ad metalla.
Los canales que conducen el agua se llamaban corrugi; arrugia las conducciones; agoga el canal de decantación. Las agogas estaban tapizadas de tojos que hacían de filtros o coladores, que, una vez secados se quemaban y extendían la ceniza sobre la hierba. Las pepitas grandes de oro se llamaban paluga o palacurna, y al oro que afloraba a la superficie talutatium o alutatium.

1. Se calcula que nuestra región aportaba a Roma unos 2.300 kg/año de oro en concepto de tributo. En la zona de Salas-Belmonte se encontraron huellas de la actividad extractiva en Godán, Ablaneda, Carlés, La Brueva del Courío, Millara, Antoñana, Villaverde, Pontigo, Begega, El Valle, La Rozada y Boinás. Se reconocen más de 17 áreas de laboreo.
2. Recogían las arenas en una tela, vertían mercurio para amalgamar el oro y después lo evaporaban en una cuchara obteniendo así el botón de oro. Esta elemental técnica aún es empleada en muchos lugares del mundo por los buscadores que trabajan por su cuenta, como los garimpeiros.
3. Las áreas de Salas y Belmonte fueron estudiadas modernamente por las compañías Boliden, Charter España y Durandel S.A. Esta última se constituyó por las Sociedades Charter España (90 %) y Minas de Villabona-Hullas de Coto Cortés (10 %).

En este mismo blog puedes  ver la excursión al Urro, en la Sierra de Begega El Urro

AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

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