COLLADA CARBAINEDO


Oviedo- Belmonte- Aguasmestas- Pigüeña son los hitos para iniciar el camino a esta collada. Desde esta última localidad se toma el camino que sale por encima del bar hasta llegar a una fuente que tiene varias otcheras, ya cegadas por la maleza. Se continúa por debajo de la iglesia, con alineación SE, y se empieza a ganar altura.

Muchas de las casas del pueblo están abandonadas o mal atendidas; de reciente construcción hay dos. Son edificaciones típicamente somedanas: de una planta de poca altura y huecos pequeños, puertas de dos hojas, con panza cilíndrica exterior del horno y, por lo tanto, boca interior, de muchos m2 bajo techo; la cuadra puede estar bajo la vivienda, en edificio anexo o contiguo.
Hay pocos hórreos y éstos son pequeños. A medida que vamos subiendo se gana al O la visión de la margen izquierda del río Pigüeña y las aldeas de Robledo y La Rebollada. Se adivinan las colladas de Los Cadavales y Catabietcho, en la sierra de La Serrantina.
Pasamos la braña Los Llanos, de grandes prados con cabañas de piedra y techo de teja curva. Poco después encontramos en el camino gran cantidad de pelo (más tarde, ya en Villar de Vildas, el guarda, Mero, nos explica que son restos del ataque del lobo a un ciervo). Continuamos ante las ruinas de otra braña que parece destruida por el fuego porque todas las cabañas presentan un similar grado de desgracia. Algunas tenían la planta circular u ovalada –supuestamente, éstas tendrían techumbre de teito-,  otras cuadradas, y varias con un murete que haría las veces de corral. Desde aquí hay un tramo de camino cubierto por la maleza y de andar bastante incómodo.
Cuando llegamos a la braña El Cascarón encontramos a vecino de Corés -marinero en tierra, tocado de boina y pipa entre dientes- con el que Lucas entabla conversación.

Lo interroga y resulta tener 86 años. Subió para disfrutar viendo sus posesiones de prado y cabaña y las pequeñas manadas de venados que por aquí pastan. Vive con su esposa en Corés del subsidio de 45.000 pts/mes. Comenta nuestra afición y aspecto, y con desparpajo advierte que Antón, a juzgar por sus colores y volumetría no subirá. Le calculó unos 60 años y dijo:
-Pa tener cincuenta y pico ta bien conservao, hom. Val más que non se apure si quier llegar.
Antón no se lo toma muy en serio, quizá bromea o chochea el paisano, pero piensa:
-¿tendré tal pinta? será la barba blanca.
Seguimos caminando viendo Corés en el fondo del valle.
Al llegar a la siguiente braña (de El Monte) Juan Carlos da la alarma al descubrir en la ladera un grupo de venados. La alegría nos inunda y pronto, con varios pares de ojos, vemos más. Esta braña se sitúa en la base misma de una forma topográfica parecida a una joroba formada claramente por materiales alóctonos pero que no se puede concretar la causa de su arrastre hasta aquí.
La sierra de La Serrantina se ve en casi toda su extensión y detrás emerge la blanca cabeza de Rabo de Asno (1.894 m). Observamos que todas las vallinas que origina en su caída al E hasta el río, las de la cara S están cubiertas de monte bajo y las de la N de bosque; colegimos que la primera ofrece mejores condiciones para pastos por lo que fue talada y quemada mientras que en la segunda se dejaba crecer la madera para leñas, construcciones y aperos.
En la nieve aparecen numerosas trenzas de huellas. Poco a poco vamos avanzando y ya se ve la collada. Está nevada y refulge dando una luz irreal. La silueta de algunos venados correteando contribuye a dar un aire mágico al momento. Comentamos, no sin sarcasmo, algunas de las expresiones que usan los cazadores al fabricarse la imagen que desean. Personalidades peculiares las de estos depredadores de Sarrasqueta y Winchester.
Estamos bordeando una de las zonas catalogadas de uso restringido especial dentro del Plan Rector de Uso y Gestión del parque Natural de Somiedo. Vamos en alerta roja por si vemos un oso o sus huellas. Desde la collada se conquista otro paisaje inédito y magnífico: a la derecha -S- El Mocoso

y el espléndido bosque que reviste su cara N. A nuestros pies se cobija Perlunes; en un plano posterior Urria y la cónica Peña Furada guardando la entrada a Valle de Lago; más a la derecha la sierra de El Rebezo; y al frente, la crestada cumbre de El Micho asomándose al valle de Saliencia.
Descendemos hasta el alto del Collado de Perlunes y emprendemos el descenso hacia el valle por un camino nítidamente marcado. Vamospor un acebal que en otros tiempos fue importante mancha a juzgar por su extensión y el grosor de los troncos que quedan. Hoy está muy deteriorado y muestra las huellas de numerosos incendios. Llegamos a la braña de Villarín y observamos que tiene dos barrios: uno a la solana, la solana, de grandes cabañas de piedra y prados cercados por paredes –propiedad particular- y otro en la umbría, al otro lado del reguero. Sin divisoria de prados, se reduce a los restos de cabañas pequeñas, circulares u ovaladas y que tuvieron cubierta de teito. La primera pertenece a Villar de Vildas y se ve en uso; la segunda, mal orientada y de mal suelo, ya fue abandonada hace muchos años. Pertenecía a los vecinos de Robledo:
Mociquines de Robledo
que abrañáis en Villarín,
tenéi cuidao con los mozos
que vos riesguen el mandil.
Después se encuentran las brañas de La Moral y de El Resellar. Algunas tienen techado de teito. El agua pone fondo melodioso a esta última parte de la excursión corriendo por arroyos, prados y caminos. Completa dándole vida y riqueza y, además –gratis- sirve para beber.
Llegamos a la carretera y muy pronto a Villar de Vildas A la entrada hay un abrevadero en el que quedan unas otcheras obstruidas ya por el abandono.
Los habitantes de este pueblo nunca fueron vaqueiros de alzada, sí los de Robledo. Se conserva la totalidad de las casas con las construcciones antiguas pero en mal estado. Sucias ellas y su entorno. En Villar de Vildas, mesonera joven, alegre y parlachina. Nos ameniza con su charla sincera. Afirma que le resultamos caras conocidas y pronto
nos sentimos rodeados de un ambiente casi familiar.
Aunque no todos los pueblos somedanos practicaban la trashumancia propia de los vaqueiros de alzada, sí se relacionaban mucho con este grupo, ya que aquellos, en su tránsito de la montaña a la Marina, siempre pasaban por los valles. Así se encuentran por aquí muchas canciones vaqueiras y algunas cargadas de picaresca:
Los vaqueiros vanse, vanse,
las vaqueiras tchoran, tchoran,
¡Ay probe de mí cuitada!
con quien voy dormir agora.
Mociquines de Robledo
que abrañáis en Villarín,
tenéi cuidao con los mozos
que vos riesguen el mandil.
Madre mía estoy encinta
Fía mía, corazón;
las castañas qué comiste
¿de qué casteñeu son?
La primera pertenece a Villar de Vildas y se ve en explotación; la segunda, mal orientada y de mal suelo, ya fue abandonada hace muchos años.
Después se encuentran las brañas de La Moral y de El Resellar. Algunas tienen cubierta de teito. El agua pone fondo melodioso a esta última parte de la excursión corriendo por arroyos, prados y caminos. Completa dándole vida y riqueza, además –gratis- sirve para beber.
Llegamos a la carretera y muy pronto a Villar de Vildas. A la entrada hay un abrevadero en el que quedan unas otcheras ya obstruidas por el abandono.

Los habitantes de este pueblo nunca fueron vaqueiros de alzada, sí los de Robledo. Se conserva la totalidad de las casas con las construcciones antiguas pero en mal estado, sucias ellas y su entorno.
En Villar de Vildas, mesonera joven, alegre y parlachina. Nos ameniza con su charla espontánea y cantarina. Afirma que le resultamos caras conocidas y pronto nos sentimos rodeados de un ambiente casi familiar.
Esta recopilación de canciones vaqueiros con voz de Juan Uría Maqua es de gran valor etnográfico y sin más acompañamiento musical que su torrente de voz. 
https://drive.google.com/drive/folders/0B8yvlL1_M_LsfkVYb2N3c3NYc0tqNldJNEpnTTNlNTRyZzFUZW5kdGY3R1dUR3F0LUlRdkE

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