Paradiella o Palancas desde Troncedo


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Excursión de Marzo de 1996

Hoy había nieve a bajas cotas (a 800 m de altitud) y tuvimos que volver a la línea de costa. El pronóstico meteorológico nos empuja al O y, aprovechando la buena carretera, hacia allá vamos. Subiremos por la cimera del cordal que sale de Soto de Luiña, paralelo a la costa, hacia el SO; que alcanza su máxima cota en el susodicho pico Palancas y cae hasta llegar a la carretera de Cadavedo a Cortina.
Pepe toma equivocada la salida y nos pasea: atravesamos Lamuño y, por Salamir,


salimos a San Pedro de la Ribera (antiguamente San Pedro de Boca de Mar) y por fin nos saca a Soto de Luiña. Al pasar vimos abierta la iglesia y entramos (este conjunto parroquial obtuvo hace unos 4 años el premio Europa Nostra).


Es una salida apropiada para cualquier época del año tanto por la facilidad de sus accesos como por la panorámica que ofrece. El Paradiella o Palancas (702 m) es la máxima cota de la sierra de Las Parleras, de 16 km de longitud, que se extiende entre Luarca y Cudillero.


Se llega por la carretera de Soto del Barco a Canero (N-632). Tras pasar Ballota hay una pequeña capilla a la derecha e inmediatamente después una curva muy cerrada, también a la derecha. Poco antes de comenzar el giro sale a la izquierda una pista asfaltada -al principio- sin señalizar y que fácilmente pasa desapercibida, es la que hemos de tomar. A la izquierda van saliendo algunos ramales pero se ha de continuar en todos los casos por la derecha hasta llegar a Busmarzo, (parroquia de Arcallana, concejo de Valdés).
Es un pueblo pequeño, actualmente con cuatro vecinos. Las casas están dispersas, tienen una escalera exterior de piedra que da acceso a la vivienda, y en la planta baja la cuadra. Están orientadas al E o al S -dando la espalda al N o al O- con muchas piedras en el tejado -especialmente en los bordes- para sujetar las tejas porque aquí azotan los aquilones.
El coche se debe dejar en el pequeño rellano que hay antes de la última casa, bien aparcado, para permitir el paso del camión de recogida de la leche, vehículos agrícolas y turismos.
A la izquierda se ve una antena, está en la cumbre del pico –vértice geodésico de primer orden- y es una excelente referencia para llegar sin pérdida.


Seguimos la pista y al final hay una cuadra a la derecha, continuamos por el prado que hay frente a nosotros y dejamos a la izquierda la casa y el camino que pasa por su antojana. Más arriba dejamos a la derecha unas ruinas cubiertas de maleza, después una casa deshabitada y muy cerca otra de las mismas características. Seguimos desde aquí un camino empedrado –casi en desuso- entre peculiares paredes formadas por piedras grandes separadas -cuesta verla porque está cubierta por la maleza- 3 ó 4 m y entre ellas relleno de otras mucho más pequeñas. A los lados monte bajo de cotoyas y ericas, más lejos se ven fincas que el abandono ha convertido en monte. Llegamos a una collada con espeso tapiz herbáceo y damos vista al valle de Mones.
El camino gira a la izquierda y pronto encontramos otra collada. Seguimos bordeando y dejamos a la derecha un prado cercado por pared de piedra y con una cabaña en un extremo. Desde aquí un sendero enfila rectamente a la cumbre.
Al lado de la antena hay una construcción nueva que parece de servicio para la propia antena; cerca, una caseta-abandonada-que sirvió para vigilar los montes en un servicio contra incendios.
Todo el roquedo es cuarcítico, los suelos ácidos y en las zonas húmedas se forman pequeñas turberas. Las montañas próximas son de los mismos materiales, se ven muy redondeadas por la erosión. Los montes presentan vegetación arbustiva y en muchos de ellos se reconoce la acción del fuego.
Es muy escasa la vegetación arbórea. Se ve el pico Aguión y se adivina el valle del río Canero. La estrella de la panorámica es la rasa1 cantábrica que vemos entre Peñas y Burela.

Es una superficie plana, horizontal o algo inclinada hacia el mar, que no sobrepasa los 300 m de altitud y los 5 km de anchura, que termina bruscamente ante lo que fueron los antiguos acantilados -hoy muertos- del interior. Se extiende desde San Vicente de la Barquera a Burela y resulta perfectamente identificable desde aquí. Se originó por el levantamiento de la costa debido a movimientos glaciostáticos. Debe su modelado -fundamentalmente- a la abrasión marina. En Soto de Luiña hubo un hospital de peregrinos desde tiempos muy remotos, que fue reformado y mejorado en 1655. El 1 de octubre de 1713, D. Antonio Bances funda por donación un hospital [] por ser de gran falta para los peregrinos de Santiago, por ser camino público y real desde el reino de Francia []
La donación incluye, además de la casa, huerto, huerta, castañedo y carbayedo.
Estas parroquias de Soto y San Martín de Luiña tienen varias brañas y fueron frecuentes los incidentes con la población vaqueira -aquí también llamados brañeros- aún hasta tiempos recientes. La iglesia parroquial de San Martín de Luiña tiene en el pavimento las inscripciones que delimitaban el espacio que podían ocupar los vaqueiros pese a que en 1844, el jefe político (equivalente al actual Delegado del Gobierno) ordena que:
“En todas las iglesias que hubiere señal de división sea de la clase que sea, para marcar los puntos que debían ocupar los brañeros y aldeanos deberán quitarse, según por el Sr. Gobernador Eclesiástico se ha prevenido a los párrocos y para cuyo efecto auxiliaron a estos señores Alcaldes, dándome parte de quedar ejecutado, Oviedo a 5 de junio de 1844.
Juan Ruiz Cermeño”

También se puede partir de Troncedo. En este caso se sigue por la carretera que sale frente a la iglesia. Pasa por encima de El Fondón. Se gana altura rápidamente con unas curvas muy cerradas y se dejan a la derecha unas airosas construcciones con aire indiano, se trata de Vista Alegre, y en verdad lo es porque la panorámica sobre La Marina es un privilegio. Vamos por la cara SE del cordal dando vista al valle de El Esqueiro. De vez en cuando nos deslumbra el verde botella de los prados. Pasamos Troncedo sin que el conductor se dé cuenta (es Pepe) y seguimos hasta el final de la carretera asfaltada; en una collada -la Calea de Arriba también llamada Venta Vieja- que da vista a La Marina, giramos a la izquierda -hay una casa guardada por un perro criado con mil leches- y seguimos la pista de tierra unos centenares de m.
Empezamos a caminar por la cara SO del espinazo que separa el valle de El Esqueiro de la rasa. La pista, de reciente construcción, descubre los materiales que forman este suelo: areniscas y cuarcitas asociadas a esquistos ricos en cuarzo.
A la izquierda, se adivina el cauce del río (Esqueiro) muy encajado en las cuarcitas, dando un trazado muy sinuoso y cortes iguales a los del Esva-Canero entre Ese de Calleras y San Pedro de Paredes. No son los Arribes del Duero pero resultan bastante espectaculares. La ladera de la izquierda está repoblada por pinos y eucaliptos y en los regueros hay bosquetes de alisos, sauces, avellanos; a la derecha apenas hay más vegetación que monte bajo de ericas. Llegamos a una collada y nuestra pista es cruzada por otra que llega del N y sigue hacia Arcallana. Seguimos por la de la derecha, pretendemos ver el ojo del puente Dionisio Fierros de la nueva carretera que salva el río Cabo (¿no debería llamarse del Río Cabo?). No llegamos a ver el arco completo; además, la distancia atenúa el impacto y pierde grandeza. Lo impresionante es el corte que las menguadas aguas del río Cabo han hecho en esta sierra y en la rasa. A la izquierda queda la braña de Resellinas, se ven algunas casas con la techumbre caída y todos los signos de abandono; más allá Busmarzo (de allí partimos en anterior subida a este pico en el otoño de 1992). Seguimos la pista hasta llegar a una campera en la que hay una capillina dedicada a San Roque, y un hórreo que cobija el bar del día de la fiesta a juzgar por los tablones que cierran el bajo. Hasta aquí llega una carreterita asfaltada que sale de Ballota. Llaman la atención las enormes cotoyas que se encuentran en los alrededores de la capilla.


Regresamos a la encrucijada. A la izquierda queda el alto San Roque y más arriba, a la derecha, el pico Cabornín. Poco antes de llegar al entronque con la pista que antes abandonamos encontramos a un paseante solitario que miraba embelesado hacia el O. Le pedimos información de los pueblos que tenemos al otro lado del río Cabo. Con gran soltura nos la da, y añade que el pueblo de Resellinas está cercado por una alambrada que cierra una ganadería. También conoce los pueblos que hay al otro lado de El Esqueiro y cita algunas brañas: Gallineiro (de la parroquia de Malleza), Lendepeña, Arquillina, Sinjania y Baos (de Arcallana). La cara del informante resulta familiar para Antón, que se corta algo pero arranca:
-Perdona la aparente indiscreción, pero ...¿te llamas Fernando?
-Sí, hombre, sí. Tú eres Antón.
Está calvo. Tiene la cara rellena y algo risueña. Le quedan restos de tartajeo si apura la palabra. Creo que se alegró del encuentro. Más de 25 años han pasado desde la última vez que se vieron. Otro compañero de colegio y también de Arcallana, Mino, (los tres estábamos internos en el colegio San Luis, de Pravia) hizo fortuna en Paraguay y es millonario, con avión privado y todo. Nos interesamos por el pasado reciente y, sin atrevernos a mayores interrogatorios, nos despedimos con el ánimo disimulado de buscar más encuentros.
Seguimos por la pista hacia El Palancas. Llega un momento en que chocamos con la alambrada del “rancho” de Resellinas, pero hay una portilla que permite el paso y por allí entramos, aunque con alguna resistencia por parte de Antón. La malla, muy tupida, produce cierto desasosiego y Antón pierde los papeles porque teme la aparición de un perro guardián. Salta de uno a otro lado atenazado por el miedo y respira tranquilo cuando consigue que sus compañeros salgan del cercado. Estamos en el alto Las Cogoruzas, se ve la cima coronada por las antenas de telecomunicaciones.
Juan Carlos y Cuco regresan al coche, nos recogerán en Arcallana e intentarán que en el bar del pueblo nos den comida. Pepe, Tomás y Antón enfilan recto hacia arriba bordeando el cierre. Cuando estamos llegando entramos en una pista de tierra que sale de Mones y llega hasta la misma cumbre para dar servicio rodado a las instalaciones. Cuando estábamos coronando oímos vocerío. Se trataba de un grupo de ciclistas de mountain-bike. Dimos una vuelta alrededor de las instalaciones pero apenas pudimos disfrutar porque la visibilidad era muy mala. El viento del norte soplaba con fuerza y se sentía frío.

La rasa occidental es más llana que la oriental.
El regreso lo hacemos siguiendo el camino que pasa por encima de Argumoso. Es un pueblo de casas muy diseminadas, todas abandonadas, con grandes prados contiguos a las casas salpicados de vacas. Algunos tramos del camino están muy embarrados pero al llegar al punto en el que despedimos a Cuco (Cuco, reconocimos tu colillina apagada y caída en el suelo) y a Juan Carlos, encontramos el buen camino que ya no abandonamos hasta Arcallana.
Es sábado 2-marzo-96. Mañana hay elecciones generales al Parlamento. Tan entretenidos bajábamos charlando que no nos dimos cuenta de que el cielo ennegrecía. Empezó a llover y cuando llegábamos a Arcallana las nubes aliviaron la panza y soltaron agua a “jarraos”. Curiosamente, casi en el pueblo, perdimos el camino y hubimos de cruzar algunas huertas y controcios para no empaparnos. El bar está en la plazuela de la iglesia. Hace más de un siglo que está abierto este establecimiento y más que un negocio fue un servicio público; sobre todo antaño, cuando no había carretera a las brañas y los vaqueiros adquirían mercancías al trueque. Cuando llegamos ya nuestros amigos tenían todo arreglado y apelando al parentesco y amistad que nos une a un conocido común nos sirvieron la comida.
De Arcallana parte una pista cementada que pasa por Lendepeña y llega a Zreizal,
Zreizal y Lendepeña
aquí empalma con una carretera asfaltada que sigue a La Barraca y termina en Malleza.


1. Llámase así a la superficie plana de abrasión, escalonada en algunos lugares formando en otro nivel lo que por aquí se llaman sierras planas que extiende a lo largo de la costa asturiana hasta Vegadeo. Tiene variable anchura y la mayoría de los autores le dan un origen marino aunque la mayor parte de los sedimentos proceden del continente. En una de estas, en el Llano de Roñantes, se encontraba la única explotación de turba que existió en Asturias. Es un carbón reciente, de unos 3.200 años.

AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

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