UN MITO MENOS: TOMAMOS RABO DE ASNO, TAMBIÉN LLAMADO “EL CASTILLO” Y “EL SANTO”
POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
Excursión del 27 de abril de 1996
Estaba hacía tiempo en nuestros proyectos. La conquista de Rabo de Asno entrañaba dificultades porque la aproximación es larga -que resolvimos con un coche 4 x 4- y grande la diferencia de cota. De Cornellana, por la carretera a Cangas del Narcea, -antes de llegar a la villa canguesa- en Antrago, se gira a la izquierda hacia Porley, cruzamos el río y rápidamente ganamos altura. San Pedro de Coliema1
será la primera parada para visitar la iglesia, románica rural del s. XII, al estilo cangués. Continuamos con ascenso rápido. A la derecha se colocan los pueblos en las zonas de pizarras deleznables que dan formas, topográficamente, redondeadas. Casas grandes, prismáticas, de dos o tres alturas, con huertas contiguas y las erías (llousas) más alejadas. A partir de los 500 ó 600 de altitud empiezan las buenas tierras de labor. Los fondos de valle son muy estrechos y de muy pendientes laderas. Llegamos a Villadestre, al lado mismo de la carretera hay una capilla dedicada a San Bartolomé (tiene una imagen románica de este santo del XII ó XIII) y tras ella una enorme nave de ladrillo, de reciente construcción. Seguimos. Villaoril de la Sierra, Barnedo (románico), Soucedo y Porley. Curiosa, a ojos de hoy, la costumbre de dedicar un lugar –impreciso- a un espíritu. ¡Qué pensamiento tan cercano a los ‘remotos’ orígenes de la Humanidad!
Antes de cruzar el pueblo se sube a la izquierda totalmente a contrapelo por pista que pasa por una campera abierta junto a un abrevadero y llanea hasta después de los prados -que pertenecen al pueblo- cerrados por sebes; se va tornando más árida y gana pendiente. Se dobla un cantil, y aquí nos detenemos porque el paisaje bien merece una mirada atenta. A la derecha queda, muy encajado, el mismo nacimiento del río Antrago, en la cara E del extremo S de la sierra de El Acebo, de varios manantiales como la fuente de Sietcho, la de Las Cabaninas, y El Fontanín. El roquedo es cuarcítico y la vegetación que nos rodea de bajo porte, principalmente Erica sp. y Ulex sp. Es un paisaje abrupto, desolado pero melífero. Llegamos a una campera cerrada por pared, poco más arriba, a la derecha, se ven algunos montones de piedras que indican los emplazamientos que tuvieron las cabañas. Seguimos hasta dar vista al valle del río Onón, ya en su curso alto. Se trata de la braña de El Acebal.
La campera está rodeada de acebos, ericas y piornos. Rabo de Asno parece cercano y no tenemos duda: lo pisaremos.
De aquí mismo arranca un camino entre grandes ericas que faldea por la cara E de las Peñas de Laringuín. A veces desaparece encapotado por la vegetación pero en el suelo está claro, es de cómodo avance, ganamos altura con facilidad. A la izquierda va quedando Parada la Vieja y a medida que volamos mejor perspectiva ofrece el precioso valle. Más arriba aparece la sierra de La Serrantina y se identifica perfectamente la Fana de Genestaza -disección de la montaña que describió Schulz- y su final en la Collada Catabietcho.
Este camino empieza a despertar nuestras sospechas porque resulta demasiado llano, bordea las peñas de Laringuín por la cara E pero sin presentar una vía clara de acceso. Como no vemos que lleve a buen término, torcemos a la derecha y enfilamos monte arriba entre las ericas. La cima de las Peñas de Laringuín (1.736 m) está sembrada de grandes bloques prismáticos o poliédricos de cuarcita (con las caras cubiertas de líquenes verde-grisáceos). Seguimos por el cantil porque parece la vía más fácil, pero ahora se ha de bajar hasta una collada (1.713 m), seguir hasta una nueva cima: el alto de La Filtrosa (1.784 m) y bajar hasta la Chomba el Páramo (1.649 m); llana y con una minúscula campera, desde aquí ya se ven a la izquierda “huecos” en la falda E que pudieron alojar pequeñas lagunillas de origen glaciar. Al frente hay otro pináculo que coronar, es la peña La Burra (1.775 m).
Esto es un “rompepiernas”. Por la izquierda queda el valle de Junqueras y se ve la pista (abierta en tiempos de la guerra civil) que va desde Parada la Vieja a la braña de Junqueras. Subimos a buen ritmo porque parece que se acerca ya el asalto final; después hay un suave descenso hasta los 1.749 m y ya tenemos el rabo casi bajo el pie. Por la izquierda hay un rellano ocupado por una laguna y otros por una pequeña red de pequeños charcos intercomunicados. Estas lagunillas tienen origen glaciar. Más abajo empieza el hayedo que sigue hasta el río Junqueras.
Por la derecha al O se ve la braña de Berduceda, los reguerucos que dan origen al arroyo Valmayor y los Chozos de Paradietcha, toda la cabecera rodeada de bosque; por ahí abajo se saldría a los pueblos de Valmayor y Fuentes de Corbero. Este lugar se cita como punto final en las travesías que salen de Genestoso, suben al Rabo de Asno, salen por aquí a Fuentes de Corbero y bajan a la carretera general de Genestoso, aguas abajo de Sorrodiles; pero parece poco recomendable para iniciar aquí el ascenso.
Ahora sólo hay que poner un pie delante del otro para taconear sobre el mojón. Se arrecia el paso y al poco tiempo se ve el vértice geodésico entre la maleza. La falda O del Rabo tiene bosque hasta los 1.600 m aproximadamente,
por encima, la vegetación rastrera propia de estas alturas de matas de bajo porte.
Hurgamos en el buzón de cumbres pero no hay mensajes. Nos sentamos en la cara SO y caemos en el embrujo de la montaña: Peña Orniz, Peña Chana, Putracón y el Diente,
una cara desconocida del Mocoso, Peña Canseco, El Cornón, el Cueto Arbas y el Fraile; y los paraísos del valle de La Pornacal (se ve la camperina de la collada de Catabietcho, que da paso a La Rebollada), el de Somiedo, el del río Cibea que llega hasta Genestoso, el del Naviego (que nace en Leitariegos) y el del Narcea, que estructura la escorrentía y drena y da nombre a la cuenca2. Se ve Sorrodiles, Santiago de Cibea, y una pista que sale de Sorrodiles y llega a Texeo del Piorno, a unos 1.500 m (podría ser mejor acceso que el que trajimos pero sin diferencias notables).
Embebidos, no observamos que se fragua una tormenta y cuando vemos las llamaradas de niebla salimos despendolados, apenas tenemos tiempo para garabatear los datos de nuestra tarjeta y encajarla en el buzón.
Desde aquí vemos una senda claramente marcada en la cara E de la Peña la Burra que, aparentemente, sigue hasta la braña La Acebal. Al poco de llegar a la primera collada nos amenazó el primer trueno. Thor juega. Los pies desarrollaron alas. Buen camino, limpio de maleza y con el desnivel justo para facilitar la bajada a buen paso. Pasamos por encima del nacimiento del río Valmayor, de los Chozos de La Paradietcha y de las brañas de Valmayor (aquí se camina por un abedular de ejemplares raquíticos). Tambores lejanos, algunos goterones y entre ellos granizos blandos, todo amenazante.
Cuando llegamos a la collada que separa las Peñas de Laringuín de la Fuente Buena (1.619 m) parece que ya estamos en La Acebal ¡pero menudo chasco! sí que se ve la collada pero se ha de atravesar un piornal espeso (en algún punto anterior nos desviamos, el mapa sitúa un camino que llega a la misma braña y creo que por encima del piornal).
Salimos por la derecha procurando llanear para no perder altura y caer junto al coche. Un suplicio. Millones de tentáculos nos envuelven y azotan, enganchamos en todos los sitios, no vemos el suelo, y hemos de caminar protegiéndonos los ojos. Llegados al punto de partida salimos sin demora hacia Parada la Nueva.
Nos recibe una voz femenina:
-”¡Hay castañas!”
La dueña aclara que eran para los cerdos pero si queremos algunas podemos cogerlas. Una vecina de gran volumetría explicaba la dura vida de los mineros y la angustiosa espera de cada día aguardando la vuelta a casa.
Los hórreos tenían hermosas tallas y gran cantidad de trapos, latas, aperos desvencijados y restos de lo que dicen “...no los tiramos por si acaso un día hacen falta pa algo...”. Salimos encantados.
En el santuario de El Acebo nos vuelve a sorprender del museo de prendas, prótesis, y otros objetos allí depositados como ofrenda a los espíritus de algún deseo cumplido, tragedia sufrida, u otras relaciones con el inframundo,
y después bajamos a Cangas del Narcea. Este último tramo nos dejó pasmados por la gran actividad agropecuaria que se ve. Todo lo que fue anteriormente monte bajo a pasto está roturado y preparado para pradera artificial. La cabaña ganadera está constituida, mayoritariamente, por vacas de raza asturiana de los valles.
Esta bajada nos deposita en el valle del río Naviego. De Villaláez a Cobos, buscando la ‘capillina’ de La Magdalena,
que tiene un retablo pintado en el año 1850, una Magdalena y un franciscano de los s. XII ó XIII. Espectaculares hórreos de tablones trabajados y panzudos pegollos; todo remendado con cinc, uralita, bloques de hormigón y mil improvisaciones más. Es un pueblo muy heterogéneo en su arquitectura, conviven grandes y modernas construcciones de nuevos materiales con reliquias del pasado agrícola. Algunos vecinos preguntaban si saldría en alguna de las TV, otros atisbaban desde las rendijas.
- Mira al río Antrago. Tiene pórtico (las iglesias con pórtico tienen especial encanto). Cuando se llega se ve desde arriba, entre huertas y frutales, con el valle al abajo, y consigue una estampa hermosa. Tiene retablo barroco de mediados del s. XVII (tras el que hay pinturas del XVI), dos imágenes románicas del s. XIII. Es una iglesia modesta y bastante limpia. El mayor peligro está en su vulnerabilidad, es demasiado accesible.
- La Cuenca del Narcea se caracteriza, a grandes rasgos, por formar una amplia plataforma cuyas alturas se mantienen entre los 600y los 900 m y que aparece tallada de forma neta por la actual red fluvial. Su singularidad se debe no sólo a la anterior circunstancia sino también al contraste que se establece con el entorno (sierras subsidiarias), constituyendo una especie de circo abierto hacia el N en el que se alcanzan alturas muy notables: Rabo de Asno (1.894 m), Caniellas (1.924 m), Orúa (1.336 m).
AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
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