Orugas: Muerte esplendorosa tras una vida arrastrada


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Siempre con el suelo pegado a la cara, siempre con dificultad para mirar hacia arriba, siempre a la defensiva y siempre desarmados; es la dura vida de algunos seres que tienen la muerte asegurada, como todos, aunque se metamorficen en deslumbrantes seres alados, así como Campanilla y otras hadas. Todas las mariposas nocturnas y diurnas proceden de una oruga.

Su aspecto es fiero pero su resistencia es pasiva, tienden a disuadir, no son depredadores, Ni los pelos despiden venenos mortíferos ni la espina final de su abdomen tiene otro valor más que el puramente decorativo, sospecho, algo así como la lanza de don Quijote.
Curiosos individuos aquellos que nacen y se desarrollan bajo una forma y en un punto de la línea del tiempo ‘mueren’ alumbrando un organismo nuevo, una reencarnación; aunque siempre han de hacerlo en uno de la misma especie, tienen varias ‘vidas’ bajo diferentes formas.
No tienen reproducción sexual, ni asexual, es el suyo un estado de tránsito, in itinere. Tampoco se sabe que los tengan luchas territoriales, no hay constancia de disputas por comida, ni por pareja, ni por divisiones administrativas (territorio). No el suyo es un estado desdeñable.

La especie a la que pertenezco estudia afanosamente las disputas –perpetuamente sangrientas- que se despliegan en nuestro territorio, incluso las describen y proponen soluciones (siempre falaces) pero somos muy civilizados y sabemos que la civilización siempre mantiene los errores.

Las orugas son blandas, cilíndricas, de vistosos colores en muchos casos, tal vez para advertir de su toxicidad o sabor.


Ante el nombre podemos creer que se trata de una articulada cadena sin fin que permite a los vehículos –tales como tanques, excavadoras, algunos camiones…- avanzar por terrenos escabrosos. Y es cierto, en parte, porque los terrenos que ‘pisa’ son verdaderamente escabrosos y en nuestra escala resultarían insalvables.

Las orugas que  encontramos en la senda peatonal a Las Caldas ocupan muy poco espacio en las barandillas de la pasarela, son silenciosas, cortas de vista, y sus antenas no son para comunicaciones inalámbricas sino para algo mucho más útil: localizar comida.
Logran la tracción a través de sus seis patas articuladas dotadas de uñas que crecen en los tres segmentos del tórax y de los abdominales salen unas protuberancias membranosas de la cutícula -suelen tener forma de ventosa- dotadas de ganchos en el extremo.
Estas orugas suben, bajan, escalan, rapelan, enroscan, estiran, yerguen, pueden apresurar mucho el paso o simular ser cadáveres.




Cuando se asustan pueden adoptar posturas que dejen al exterior todos sus pelos tomando un aspecto de erizo o mantenerse inmóviles hasta que pase el peligro.
Sus colores nos resultan muy crípticos aunque con frecuencia sirven para camuflarse o enviar mensajes.









Es frecuente encontrar algunas aplastadas bajo suelas de zapatillas o ruedas de bicicleta, pasar desapercibidas es su intención y también nuestra intención, pero…más bien por falta de aprecio (desprecio); ellas se juegan la vida en el logro mientras que los humanos ignoramos el efecto mariposa.
Desprecian los hombres cuanto ignoran pero…  ¡da gusto ser humano!


AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar en este blog