POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
Excursión del 7 de marzo de 1987
Tomamos en Infiesto la carretera que conduce a Espinaredo. Después de pasar este pueblo llegamos a Riofabar, y todavía se puede seguir en el coche por un ancho camino asfaltado hasta el área recreativa de La Pesanca. Desde aquí, la pista continúa pero en mal estado y es aconsejable comenzar a caminar.
A la salida de Infiesto tiene el ICONA una finca que alberga una piscifactoría dedicada fundamentalmente a producir alevines de trucha y salmón para repoblar nuestros ríos. También se pueden ver algunos asturcones en cautividad.
Aproximadamente a 1,5 km de Riofabar cruzaremos un puente –el primero que encontraremos- e inmediatamente después hay un antiguo vivero de coníferas entre cuyas especies destacamos los alerces. A unos 800 m está La Pesanca, área recreativa rodeada por buenos ejemplares de castaños, con mesas de piedra, barbacoas, papeleras, y otros servicios. El río es de aguas bastante rápidas y en ocasiones se originan pequeñas cascadas. A la orilla, la vegetación arbórea más abundante son los alisos. A medida que se avanza río arriba las hayas se acercan más al curso de agua.
La pista se bifurca unos 2,3 km después. Seguimos por la derecha. Se hace más angosta; estamos en el llamado estrecho de La Lanchosa.
El río discurre muy encajonado y desde el primer puente que hay al poco de empezar el estrechamiento se ve una ruidosa cascada que continúa en un rápido espumoso. Los árboles más abundantes son los robles y las hayas,
Hay determinados casos en los que sólo ciertas clases de árboles tienen espíritus moradores en ellos. En Grbalj, Dalmacia, dicen que entre las grandes hayas, robles y otros árboles hay algunos que están dotados de almas o "sombras" y siempre que derriben uno de estos árboles, debe morir el talador o al menos quedar inválido para el resto de sus días. Si un leñador teme que algún árbol derribado por él sea algo de esta clase, deberá cortar la cabeza de una gallina sobre el tocón que quedó y con la misma hacha con que taló el árbol. Esto le protegerá de daño aun cuando el árbol cortado fuese uno de los de "clase animada".(Frazer, La Rama Dorada)
también algunos acebos, serbales y mostajos; entre los arbustos destacan las grandes ericas y cotoyas.
Nos encontramos con una portilla. Desde aquí y, tras cruzar otros tres puentes, se presentará una bifurcación en nuestro camino, seguiremos la de la derecha, mucho más empinada, que después de bordear una plantación de pinos emprende su tramo final entre tilos, arces y tejos, que flanquean la entrada del “minidesfiladero” para terminar su recorrido en la propia foz de Moniacos.
Tras pasar este corto tajo, se abre una pradería al final de la cual hay un bosque de hayas dolorosamente atravesado por una pista; siguiéndola se llega a la collada Boqueriza (1.450 m)
con gran facilidad, una vez allí, admiramos a la izquierda el Torno de Pandemules y a la derecha un alto peñasco llamado el peñón de Las Traviesas; al frente el pico Taranes y entre éste y el Torno Pandemules el nacimiento del río Vallemoro con un peñasco y una pradería en el medio llamada El Collaín; al fondo el Tiatordos y al E los Picos de Europa.
Si continuáramos caminando un poco hacia abajo llegaríamos a una majada llamada Piedrafita, en el concejo de Caso, objeto de una próxima descripción.
Se aprecia perfectamente la intrincada orografía del concejo casín, tanto, que resulta costoso orientarse con los mapas al uso porque no siempre hay coincidencia en los relieves, topónimos, cursos de agua, etc.
A lo largo del recorrido desde la foz hasta la collada, es casi seguro que habremos avistado algún venado, pero ya en lo alto será excepcional que no contemplemos alguna cabrada de rebecos en las peñas de Pandemules.
Aquí el roquedo es enteramente calizo y presenta un paisaje muy abrupto. Acusa la roca los efectos del agua, hay escasa vegetación arbórea y es terreno ideal para los rebecos tanto por la alimentación de que disponen como por la facilidad que tienen para recorrer estos vericuetos, y defenderse en ellos.
AUTOR DE TEXTO Y FOTOS: MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
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