POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
Excursión de 1995
Salimos, como otras muchas veces, sin itinerario definido. Lo único que estaba claro era que iríamos hacia Pola de Allande o Cangas del Narcea. Y así fue.
Directamente a Pola de Allande por Tineo ya que estaba en obras la otra carretera a la altura del embalse de Soto de La Barca. Nuestro plan consistía en hacer una travesía entre el puerto de El Palo y San Pedro de las Montañas.
Poco después de pasar Tineo ya se veía sobre la línea de cumbres de las sierras de Los Lagos y Carondio una espesa masa de nubes que amenazaba con un radical cambio meteorológico. Obedientes, también cambiamos nuestros planes. Empezaríamos visitando la iglesia de Celón, y pasaríamos a Las Montañas, en Cangas del Narcea.
En Celón, la encargada de enseñar la iglesia era una mujer de avanzada edad y que puso algunos reparos en acompañarnos porque su marido se había operado el día anterior de cataratas y no podía dejarlo solo. Obligada por su deber de guardiana-guía nos acompañó pero antes dejó encerrado, bajo llave, a su marido.
La iglesia de Santa María de Celón fue fundada por Tructinio y Godigera -su mujer- en el s. IX, el lugar fue después habitado por una comunidad benedictina, y hasta alcanzó cierto poder a la sombra del monasterio de Corias.
Del desaparecido monasterio de Celón queda el templo, de estilo románico bizantino. De él sobresale la puerta principal con arco semicircular de triple moldura, una columna empotrada a cada lado, doble capitel (en el de la derecha enfatiza la serpiente ondulada, que se nutría de cadáveres, tenía aterrorizada a la comarca, se escondía en una galería subterránea y salía por el agujero que hay en la pared S.
Este monstruo fue muerto por un peregrino (San Miguel, de intensa devoción aquí sobre los s. XI ó XII- que liberó al vecindario de tan terrible azote). En el interior, el arco de triunfo da paso a un retablo barroco y policromado del s. XVIII que aloja
Celón |
Visitamos el inmediato bar y allí nos invitó un conocido de Juan Carlos. Tenía casa y casería cerca, su esposa y el hijo de ambos atendían el pequeño y surtido bar (donde, hasta después de los años 60, se celebraban bailes todos los fines de semana, muchos de los cuales terminaban al estilo de La Aldea Perdida, con un Nolo vencedor habitual).
Cerca de Celón se está excavando el castro de San Lluís. Probablemente sus habitantes tuvieron alguna relación con las cercanas labores auríferas porque otros pueblos, próximos a estas explotaciones, se fundaron para proteger el placer o cobijar a los trabajadores. Seguimos a Presnos, Pumar, Santa Eulalia y Villaverde.
Aquí visitamos la iglesia, románica, rural, tan modesta como la mayoría de las de su estilo en el SO asturiano. Tiene también origen monástico y mantuvo estrecha relación con la de Celón. Grandes dovelas, pórtico y una camperina ante la puerta principal consiguen una estampa íntima. Desde la carretera, bajando hacia la iglesia, hay a la derecha un hórreo con hermosas tallas. Las casas cierran la antojana con muro, de manera que quedan dentro de este perímetro las construcciones anejas: hórreo, pajar, tendejón para maquinaria y aperos, y la propia vivienda -con la cuadra en la planta baja como fuente de calefacción-, frecuentemente comunicada con el hórreo -o panera- a través de un puente.
Se suceden: El Valle, Abaniella, Peruyeda, y una collada antes de llegar a Iboyo; desde aquí, se ve a la derecha una herida en la montaña que sin duda es la huella de una explotación aurífera del tiempo de los romanos: se captaba agua en las cumbres que se
canalizaba para arrancar materiales que después eran lavados. Un poco más allá, un par de cortines. Aquí encontramos una escena típica de la región por estas fechas: la matanza. Participan los hombres, son los que dan muerte al animal y lo dejan colgado y lavado -hay que esperar un día antes de despiezarlo para que enfríe- y después se van a tomar la media mañana quedando las mujeres encargadas de lavar las tripas para los embutidos y preparar las vísceras que se servirán en las comidas de los siguientes días; el resto de las carnes se salarán y serán la principal fuente de grasas y proteínas de los siguientes meses.
La carretera se estrecha aún más -si cabe- y tras algunas dudas bajamos hasta el pueblo que se ve en el fondo, Comba. Es el último núcleo habitado del concejo de Allande, después se entra en Cangas del Narcea.
Hay un par de casas grandes. Se acaba el firme asfaltado y empieza una pista en la que todos tememos se dañe el coche. Hay algunos prados a la orilla del río y buenos castaños -injertados- en el monte. Se llega a Otriello -se ve Besullo- y tras cruzar el río Arganza -muy pequeño aún a su paso por aquí- y recorrer un km más, se alcanza la carretera asfaltada. Vamos a Besullo.
Mejoró mucho este pueblo en los últimos años: caminos, paneras, hórreos y casas se ven más atendidos. Contó con un monasterio benedictino del que se conserva una capilla -muy restaurada- junto al río Arganza. Tuvo un mazo -recientemente reconstruido- con el que se fabricaban sartenes, una familia de emigrantes a Madrid aquí trajeron el protestantismo (en una de sus variantes). Aquí nació el dramaturgo Alejandro Rodríguez, conocido como Alejandro Casona. Maestro de Primeras Letras que sufrió el exilio tras la guerra civil.
Tras breve parlamento optamos por ir a San Pedro de las Montañas. Se sigue una pista apta para vehículos todo terreno y malamente para coches, pero gracias a la paciencia y buen hacer de Pepe conseguimos llegar a Irrondo
de Besullo. Protesta Pepe porque teme que maltratemos su coche. Dice cuando le presionamos para que entre con el coche por sitios que resultarán duros para el vehículo.
Este tramo de pista discurre entre castaños de gran tamaño, todos injertados, y a buen seguro que muchos de ellos fueron aprovechados según el derecho de poznera (tiene dueño –individual- el árbol y sus frutos pero es comunal el suelo sobre el que se asienta: el propietario lo es del vuelo pero no del suelo). Al cruzar el río, en la presa del molino que queda a la derecha, también había un grupo de mujeres lavando la matanza. Llegamos al pueblo y nos detenemos un rato a contemplar el camino que hasta aquí nos trajo, lo abrupto del paisaje, y unos cuantos cortines muy descuidados.
Ahora ya iremos por firme asfaltado.
Vamos a San Pedro de las Montañas.
La carretera parece nueva pero es estrecha, tortuosa y muy umbría. El pueblo tiene una hermosa iglesia y algunas construcciones interesantes, destaca una quintana cerrada por un muro cuyo perímetro recoge la vivienda, cuadra, hórreo y tendejón para guardar maquinaria y aperos. De este pueblo dice Madoz:“...cuenta con escuela de primeras letras frecuentada en invierno por indeterminado no de niños cuyo maestro se haya sostenido por los padres de los concurrentes... hay pocas perdices, abundan lobos, jabalíes, osos y corzos, y se pescan truchas muy sabrosas.”
Seguimos hasta Fuentes de las Montañas, último lugar accesible en coche y casi ignoto.
Están situados estos pueblos en la falda SE del Orrúa, una de las zonas más remotas y desconocidas de Asturias. Los enjambres de abejas se explotan en truébanos (viejos troncos de castaño ahuecados); aún no llegaron las colmenas con sus alzas.
Partimos hacia Cangas del Narcea, desandamos hasta Irrondo de Besullo, a Trones y a la capital del concejo. Estos pueblos se asientan en suelos pizarrosos que dan relieves mucho más suavizados que los cuarcíticos. Cangas del Narcea es el concejo más extenso de España (822 km2). El 90 % de su superficie tiene más del 30 % de pendiente, dedica a forestal el 70 % y de ésta es maderable tan sólo el 16 %. Cangas del Narcea -antes C. de Tineo- es un villorrio grande y desvencijado, de arquitectura extravagante y desordenada. Ya a mediados del s. XIX llamaron la atención de d. Pascual Madoz las sucias fuentes, los descuidados caminos y paseos arbolados.
Buscamos la mejor aproximación a Rabo de Asno, que según Nando es partiendo de la ermita de la Virgen del Acebo. Es una cima que separa el valle de Genestoso del de Onón (en el nacimiento del río), y que a su vez entronca con la sierra de La Serrantina en el mismo arranque de la cordillera.
Opinamos que será un formidable mirador. Además, cuando estuvimos en Parada la Vieja, nos contaron que por aquellos parajes andaba el oso. Hacia allí nos encaminamos. También es área pizarrosa y de suaves relieves. El coche llega por carretera hasta más arriba del santuario y aún se puede seguir por pista en buen estado algún km más. Desde aquí parece muy largo el camino aunque el desnivel a salvar no pasa de los 1.000 m. La panorámica, de 3600, es espectacular. Al regreso vamos por la ruta de los autobuses. Sorprende que tenga varios km sin asfaltar (hasta empalmar con la carretera que va a Porley). Va cresteando hacia el N, a la derecha quedan Parada la Vieja, Parada la Nueva y, al fondo, La Serrantina y los montes de Somiedo; a los lados monte bajo y, aunque no es excesiva la altitud, con la vegetación achaparrada propia de cotas más altas. Ya iniciado el descenso llegamos a Carceda y aquí Juan Carlos nos da una inesperada alegría: descubre una recoleta iglesia de estilo románico, solamente reconocible por el ábside. Conserva varias tallas, también románicas -aunque probablemente ya finalizando el periodo y casi dando paso al gótico- en muy buen estado.
Carceda |
Probablemente forman parte de orquestinas como la que amenizó los sábados de Celón -y de muchos pueblos-, y que contribuía de manera importante a las menguadas economías familiares. Basta recordar que la mayoría de las orquestas del tras-tras-pum nacieron en el occidente, que aportó excelentes conjuntos musicales al panorama romero asturiano.
El 9-mayo-1995 aparece en La Nueva España la inversión de 1.200 millones de pts en los próximos 10 años en la recuperación de los terrenos adquiridos por la Admón. Regional en Pumar de las Montañas. Se trata de rehabilitar las construcciones rurales del pueblo de Pumar para usos administrativos, retén de incendios y servicios de guardería. También algunas cabañas de uso vaqueiro en la zona de Brañiego. Este monte está considerado de alto valor como refugio de osos. Los estudios previos han sido realizados por profesores de la Universidad de Oviedo.
AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ
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