Tierra de Campos


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Excursión del año 1995

Llovía y el pronóstico meteorológico anunciaba nieve por encima de los 500 m en la Cornisa Cantábrica. Con estas expectativas nos dirigimos a la meseta sabedores de que, en general, el tiempo es mejor allí cuando aquí es malo.
Fuimos directamente a Tierra de Campos a la que entramos por Mayorga.
Aunque por este pueblo ya pasamos en numerosas ocasiones y de esta comarca conocemos los mejores ejemplares del románico (excepto Juan Carlos que los conoce todos) hoy íbamos en busca de aquellos de menor nota.
En Mayorga vimos una torre y hacia allí enfilamos. Era una iglesia con hermosa reja de hierro protegiendo el pórtico. Estaba abierta y entramos.
Mayorga de Campos

¡Susto! el suelo estaba lleno de colillas, un tinglado a modo de barra de bar, altavoces, y una señora procedía a limpiar -escoba en mano- los restos de la fiesta de la noche del sábado. Nos causó una sorpresa mayúscula. Esta misma señora nos informó de que aquello era un pub llamado “La Catedral de Canterbury” (dudo de su permanencia en 2015). No hay duda de que se trató de una iglesia aunque hoy esté dedicada una actividad profana (no sabemos si se trata de arriendo o venta) pero ya sabemos que los destinos del señor son inescrutables.
Seguimos preguntando y encontramos la parroquial, dedicada a Sta. María de Arbas, estaba cerrada y de factura parecida a la primera.
Salimos para Villalón y llegamos cuando aún no se había deshecho el mercado, pobre en productos y mercantes. En la plaza destaca el espléndido rollo -gótico- pero la iglesia estaba cerrada. El pueblo se conserva bastante bien y los nuevos edificios guardan dimensiones y estilo acorde con los viejos.

Pensábamos ir directamente a Paredes de Nava, pero un despiste nos llevó a Fuentes de Nava. Tiene dos iglesias pero no pudimos entrar en ninguna. La que vimos es grande -no sabemos a qué santo/a está dedicada pero creo que es a sta. María- y tiene la portada de estilo renacentista. La de san Pedro tiene una torre llamada La Estrella de Campos, y la otra iglesia, la de sta. María, guarda un interesante artesonado mudéjar. El pueblo no merece otro comentario.
Fuentes de Nava

Paredes de Nava está a orillas del río Retortillo y junto a la desecada laguna de Nava1. Cuando llegamos nos dirigimos rápidamente a la iglesia de sta. Eulalia -construcción del s. XVI de dimensiones catedralicias- con la buena fortuna de encontrarla abierta, al organista ensayando y el cura preparando la boda que iba a celebrar pocos minutos después.

TOCCATA Y FUGA EN RE MENOR interpretada por Karl Richter

El órgano es majestuoso y con el mueble muy bien conservado, dijo el cura que era del s. XVI y el mueble barroco. El retablo tiene algunas tablas de interés. Aquí nacieron Jorge Manrique, Pedro Berruguete y el hijo de éste, Alonso. En la plaza que hay al lado de la iglesia se celebraba un mercado de absoluta mediocridad: inmigrantes con los típicos cachivaches y algunos tenderetes de ropas, destacaban las mesas con ajos por sus escasos y pequeños ejemplares.
De Paredes de Nava vamos a Becerril de Campos y en un barbecho de la izquierda vemos una bandada de avutardas2.
Avutardas

Antón se pone nervioso, sale del coche casi en marcha y consigue tomar alguna fotografía, pero pronto huyeron. La avutarda es la especie de mayor peso de las aves peninsulares, está en regresión por el cambio de cultivos y usos de la tierra.
En Becerril de Campos encontramos la iglesia abandonada, caído el techo y algunas paredes, con un coche ruinoso ante la puerta principal –de precioso románico- y ante él un tendal, todo envuelto por un pestilente olor.
Becerril de Campos

Becerril de Campos

Los escasos transeúntes nos miran con sorpresa por la atención que prestamos a aquellas cuatro piedras. Se conservan restos de murallas en la plaza mayor.
Camino de Grijota cruzamos el Canal de Castilla3 en un punto que tiene una fascinante esclusa y donde merece la pena detenerse. En Grijota encontramos un espléndido recibimiento y si nos descuidamos se cuela medio pueblo en el coche para mostrarnos el camino y la iglesia (resultó curioso el comportamiento de una señora que nos indicaba el camino, dentro de casa estaba el marido y cuando éste quiso intervenir ella lo acalló con energía: se envalentonó el hombre, tomó el mando de la explicación y en dos palabras nos orientó correctamente). La iglesia de este pueblo está a un lado del casco poblado, en una explanada con pretensiones de parque y con algunos arbolillos recientemente plantados. Románica y con bastantes elementos originales, muy bien restaurada (Cayetano Enríquez de Salamanca alaba la labor y el gusto del párroco).
Grijota

Cuando llegamos a Husillos no había un alma por la calle pero tuvimos suerte, salían de la iglesia un hombre y una mujer de desmontar el Nacimiento (Belén) y nos dejaron efectuar la visita, además, sin prisa. Es una iglesia enorme, también muy adecuadamente restaurada, tiene algunos sarcófagos, lápidas -en las paredes- con textos, y elementos románicos que indican que fue una obra ambiciosa. Lo más interesante es la sacristía y las dos capillas.
En las paredes hay pocas imágenes -las han retirado y están en la sacristía- y algunos retablos sencillos.
En Monzón fuimos directamente al castillo que data del s. XIV (hoy hotel). Tiene un emplazamiento privilegiado en un cerro desde el que se alcanzan a ver -y reconocer el Coriscao, el Espigüete y el macizo de Mampodre. Soplaba un frío aire fino:

El aire de Castilla
es tan sutil
que mata a un hombre
y no apaga un candil.
Para lo que se recomienda:
Enero,
leña vieja,
rancio vino,
fresco tocino,
y nueva pelleja.

En este pueblo hay una fábrica (fundada hacia 1910) en la que se trata la remolacha azucarera. En sus inmediaciones encontramos colas de camiones y grandes tractores cargados de esta raíz.
Ya se acerca la hora de comer y marchamos hacia Villalcázar de Sirga (quizá vayamos a  Carrión) pasando por Amusco. Entramos en este último pueblo a ver la iglesia de san Pedro -también románica- y con un gran órgano. Las arcadas de la portada tienen alguna talla muy bien conservada.
Amusco

Amusco

Por allí andaba el cura, también éste desmontando el Nacimiento, empujando la carretilla. Le preguntaron Tomás y Juan Carlos por un buen sitio para comer:
-Aquí, en La Sinagoga, vais a comer, ¡y bien!
Fue tan contundente -de comida y contundencia saben mucho los curas- que nos encaminamos rápidamente al bar. En un sotanillo en lo que fue una gran bodega del s. XVI, de arcos apuntados, hay un restaurante muy acogedor (para darle dimensiones adecuadas al nuevo uso se rellenaron de tierra los 2,5 primeros m). Decoración y cocina castellana con aire medieval donde encontramos lo mejor de la matanza y sus partes más nobles: chorizo, morcilla, lomo, jamón, cecina, y también unos tacos de queso. El vino era un clarete oscuro procedente de la tierra y de fácil beber. Terminamos con lechazo asado, tarta hojaldrada con helado y chocolate caliente4. El chaval que nos atendió se movía con soltura y manejaba tan bien la oferta gastronómica como la historia del lugar (parece que cada casa de esta plaza cuenta con una bodega de este estilo y que en épocas duras para los judíos aquí se refugiaron y convirtieron las bodegas en sinagoga). Después de comer y con la intención de vencer el sopor post prandial visitamos otra iglesia en las afueras del pueblo, en una especie de plataforma que le da una airosa figura, la de Nuestra Señora de Fuentes, también románica y con algunos elementos restaurados como ventanas y capiteles de gran calidad artística. Como era vista desde muy lejos la llamaban El Pajarón de Campos.
Fuimos desde aquí a las Amayuelas (de Arriba y de Abajo), pueblos sucios y destartalados ambos. En la iglesia del primero nos encontramos, como en gran parte de las últimas, con que dicen que la llave la tiene el cura de San Cebrián, pero con cierto ritintín que hace pensar que está en alguna casa del pueblo y tienen instrucciones de no permitir el acceso a nadie.
Amayuelas

Amayuelas

Terminamos el recorrido en Manquillos. Después nos encaminamos a Carrión de los Condes para conocer la hospedería de San Zoilo y el museo del monasterio de Las Clarisas. Es un muestrario de los bienes que esta institución ha ido guardando: tablas, tallas, casullas, muebles y algunas pedrerías.

Personaje pintoresco es el guarda, anciano jubilado, que explicaba las piezas más notables con el orgullo de quien muestra lo propio. Hizo mención de cierta abadesa que fue consejera de Felipe V, y de una de las monjas (presentes en la actual clausura) que, con más de 80 años, aún pinta con notable arte.

Entonaba toda su palabrería con un monótono sonsonete. Nos informó de que hay en la provincia de Palencia 311 monjas; y 3 aspirantes que están en este monasterio. Le compramos unas pastas (amarguillos) hechas por las reverendas y nos hizo saber su condición de jubilado, por lo que le dimos una propina.

El suelo de esta desesperante llanura de Tierra de Campos, tal vez la mayor superficie plana de la Península, está dedicado principalmente al cultivo cerealista. La forma más tradicional es la de año y vez (una cosecha cada dos años), que en la mayor parte de la región se practica con el terrazgo cerealístico dividido en hojas, de manera que el barbecho y la siembra están contiguos. También se dan cultivos de regadío de los que el más significativo es la remolacha, gracias al impulso de la industria azucarera iniciada a finales del s. XIX.

De la llanura sobresalen, sobre todo en las proximidades de los pueblos pero situados en el campo, los preciosos palomares. Son construcciones de planta circular -la mayoría- o cuadrada, de paredes de adobe y techo de teja plana, con remoto parecido a las pagodas. Cobijan centenares de palomas que se alimentan en los sembrados cercanos y son fuente barata de proteínas.
El carácter extensivo de la explotación agraria y el escaso desarrollo industrial hicieron una comarca poco poblada. La población rural vive agrupada alrededor de las iglesias, con escasos servicios (algunas tiendas y bares) que no incluyen ferretería, ropa, ni, mucho menos, librería.

El emplazamiento de los pueblos se eligió más por una posición cómoda, para trabajar el agro y próximos al agua, que defensiva. En esta tierra de barro y arcilla, las paredes eran de estos materiales -adobe- cocidos los ladrillos al sol, construidas sobre una base de cantos rodados. Son casas de reducidas dimensiones, de una altura y el sobrado; las de los campesinos acomodados tenían dos pisos, balcones con rejas de hierro y las paredes recubiertas de falso ladrillo, muchas con bodega subterránea. La parte de atrás era tan ancha como la manzana -son casas muy profundas- y comunicaba con la calle por un portalón, donde están las dependencias agrícolas. Las construcciones, en cuanto se alejan del primitivo núcleo, se colocan con desorden en un espacio sin organizar. También, según la distancia, aparecen basureros, plásticos, neveras, lavadoras, coches abandonados, y toda la gama de los restos imputrescibles que trajeron los nuevos -y baratos- materiales.

Este paisaje de la llanura corresponde al fondo de la gigantesca laguna que anegó la sub-meseta norte. La distinta consistencia de los materiales originó una actuación diferencial en la erosión, de manera que se desmantelaron algunos fácilmente y se modelaron estas llanuras onduladas que se llaman campiñas. Otras veces, cuando la erosión encontró materiales más duros, dejó páramos. Algunos de éstos quedaron reducidos al simple testimonio de cerros, en los que se encuentran cristales de yeso en macla de punta lanza (el que conserva todas las capas y se llama cerro testigo) como en el caso del Cristo del Otero, en Palencia, que vimos cuando salíamos de Grijota, y el cerro de Almenara, en Medina de Rioseco. La región de los páramos se encuentra al sur de nuestra posición.

Es el campo ondulado, y los caminos
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas.
[…]
¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!
¡Castilla varonil, adusta tierra,
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!
(d. Antonio Machado)

QUIÉN ANHELE PENSAR CON GRANDEZA DEBE VAGAR
POR GRANDES ESPACIOS (Martín Heidegger)

1. Fue convertida en campo de cultivo por el Instituto Nacional de Colonización.
2. Quedan unas 7.500 en Castilla-León, 5.000 de las cuales en Tierra de Campos. El mayor peligro es la transformación de estepa
cerealista en regadío. En julio de 1993 la Comisión Europea acordó financiar el 75 % del programa “Estepas cerealista de Castilla y León”. Los agricultores que adopten medios de producción agraria compatible con la conservación de la fauna de las estepas durante un plazo mínimo de 5 años recibirán 15.000 pts/ha/año.
3. El canal de Castilla fue concebido en el s. XVI, empezado en el XVIII y terminado en el XIX, es decir, cuando llegaba al final de su teórica vida útil, la falta de recursos y las guerras continuas impidieron la obra. Empezó con Fernando VI a propuesta del Marqués de la Ensenada. En 1751 terminó los trabajos preliminares el ingeniero francés Carlos Lemaur, empiezan las obras del Canal del Norte en 1759 y enlazan con las del Canal de Campos en 1792. Se trataba de dotar a Castilla de una vía de transporte competitiva para facilitar la salida a Santander. Tiene 207 km de recorrido. Por él circulaban barcazas tiradas por mulas por los llamados caminos de sirga, y a sus orillas se instalaron fábricas de harina, batanes de paños de lana, pieles y curtidos.
4. España fue el primer país de Europa que conoció el chocolate. Lo encontraron los conquistadores españoles en 1520 en Méjico (calahuatl o chocolatl). Las primeras obras sobre este alimento las escribieron el Licenciado Antonio Colmenero Ledesma (1631) y el capitán Castro de Torres (1640). Siempre tuvo gran prestigio en nuestro país y que alcanzó el cénit cuando los papas Pablo V y Gregorio XIII dijeron que no rompía el ayuno. Se llegó a decir que “lo único malo del chocolate es que no es pecado mortal”. Durante el s. XIX su consumo casi llegó a la adicción.


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

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