Damas nocherniegas



La Esfinge de la calavera

POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Era media mañana del 26 de noviembre cuando la encontré en la calle, de lejos la reconocí, identifiqué y fue su ‘apellido’ lo que primero me asustó; más cerca vi en su dorso la marca de la muerte, la calavera, que llevaba bordada con hilo color oro viejo en su capa de ancho vuelo. Supongo que descansando de la ajetreada noche y creyéndose a salvo de mirones entrometidos. Quizá los viandantes la tomaran por un trasnochador de un baile de disfraces o un zombi que tan de moda se han puesto recientemente.
Calavera bordada en oro
Calavera bordada en oro (detalle de la Acherontia atropos)
Tuve mi primer encuentro en el cine, El silencio de los corderos y en Un perro andaluz; cuando leí La Esfinge de la calavera (E.A. Poe), en mi adolescencia, me impresionó más que el relato y, por si era poco, su aparición en Drácula: […] de noche grandes polillas con el dibujo de una calavera y huesos cruzados en la parte posterior […].
Hube de tumbarme en el suelo para conseguir la fotografía y pese a que su aspecto era mucho más llamativo que el mío, la gente se paraba para preguntarme si necesitaba ayuda, había caído, o padecía algún mal (nadie me dio limosna), ignorándola a ella. No  entiendo a mis congéneres.
Me han dicho que cada año parten de África grupos que llegan al norte de Europa y en años favorables a Islandia.
Está visto que algunos migrantes eligen unos u otros países según sus particulares intereses, no sabemos adivinar sus necesidades y, especialmente preocupante, es la facilidad con la que burlan las fronteras, aguas territoriales y los espacios aéreos que tanto marcan y remarcan las naciones. Las más poderosas potencias y las innumerables alianzas militares no controlan sus movimientos, ni se enteran. Algunas personas inermes pero bien organizadas son las que se interesan por estos “personajes”, viven entre pinzas, probetas, estadísticas, reactivos, intercambian notas e informaciones, lo que llaman científicos.
Resalto que en ningún momento se mostró agresiva ni siquiera estresada, sólo cuando la deposité en los jardines de la Facultad de Matemáticas, hizo temblar un poco sus alas como suele hacer para distraer a las aves insectívoras antes de huir volando.
Fue su encuentro lo más importante que me sucedió en el día de hoy.
El nombre que adiviné desde el primer momento es Acherontia  atropos y a continuación la hermosa imagen que me dejó.
Es de los ejemplares de mayor tamaño que se encuentran en Europa, desarrolla su actividad por las noches, es llamativamente golosa y serena, sólo cuando se siente amenazada emite un sonido ronco producido por el aire que aspira a través de una estrecha fisura situada en su aparato bucal.
En nuestro país tiene dos generaciones por año. En primavera la primera y la segunda en otoño.
La siguiente foto está obtenida durante su traslado a la zona de mayor seguridad, se aprecia el borde de mi gorra y las espículas del cedro bajo el que la deposité.

Acherontia atropos
Acherontia atropos
AUTOR DE TEXTO Y FOTOS MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

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