Travesía realizada el 6 de julio de 1996
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Contiene el mapa información de gran interés del que destaco su riqueza de topónimos y la red de caminos transitables.
Ya nos habíamos asomado a este
valle del Aviouga por el Chao la Argasada.
El bosque de Valdebois fue famoso
por extensión, espesura, y calidad de sus árboles, aunque en la actualidad está
muy aclarado. Fue integrado en la Reserva Biológica de Muniellos y se está
reforestando con especies autóctonas.
Desde aquí una pista de reciente
construcción arranca hacia el N cabalgando sobre la sierra Cazarnoso, y otra
tiende a enterrarse en el valle. Al asomarse se ven sus primeros zig-zag hasta
que la espesura la engulle. En los mapas están perfectamente señalizadas ambas.
Seguimos la que baja al valle del Aviouga y parece que será muy cómoda.
Desde los primeros pasos entramos
en un túnel de bóveda verde y todo presagia un día espléndido. La pista traza
unas Z's en rápido descenso. A los lados, protegidos por tutores, crecen
plantones de cerezos, serbales, abedules y acebos.
Hemos pasado un tramo frecuentado
por el movimiento peatonal y entramos en otro menos pisado. Hierbas altas y
zarzas crecen en el camino de parte a parte, hasta tal punto que en algunos
intervalos cuesta reconocer el trazado original.
Hace pocos años hubo un gran
incendio del que quedan los esqueletos tostados de los árboles y creció un
denso matorral.
Llegamos a una camperina en la
que queda un montón de piedras, sin duda resto de una construcción anterior,
tal vez una cabaña.
Hay que andar atento porque la
hierba oculta el camino. La vegetación es envolvente, el calor, la humedad y
los millones de moscas que nos asedian desatan nerviosismo.
Aún no vemos el río
y necesitamos llegar a su ribera para encontrar mayor frescura. Faltan los
jíbaros y la mamba verde para sentirnos en el trópico.
Atención al cortín en el ángulo superior derecho |
Las abejas pertenecen a la casería y son tratadas como
un "ganado" más (clasificadas como ganado menor) y la entrega de
colmenas y colmenares figuraron en dotes para hijas y mandas testamentarias.
Llegamos a la ribera, a los prados,
que requieren vías de servicio, y los caminos se ensanchan. Las moscas nos
abandonan porque encuentran otros niveles de vuelo; el camino llanea; y el
valle se abre.
Caminamos con gran comodidad. Aparecen los primeros prados y algunos
puentes de travesaños o un solo tronco.
El fondo es pedregoso, de cantos
rodados color jarabe ámbar, que cruza alguna trucha velocísima (me propongo
fotografiar alguna). El agua cristalina se ve mejor en silencio, también el
bosque, y los cortines.
En
la margen derecha del río se mantiene espeso el bosque y sobre un crestón de
cuarcita se asienta un cortín como un mascarón de proa.
Desembocamos a la pista que, va a
Valdebois y pronto encontramos unas construcciones sólidas cubiertas de
plástico negro y abiertas a los vientos: son garajes con cobijo para 10 coches.
Las casas de Valdebois tienen paredes
de piedra pizarrosa y tejados de pizarra plomiza. Destacan las antenas parabólicas que brotan de las
paredes de las viviendas y en las colondras de los hórreos. Hay una gran panera
espléndidamente decorada y, un poco más allá, una casuca. A una señora enlutada
-que entretiene a unos niños- le preguntamos por el ganado y los pastos:
-Teníamos cuatro vacas ya dos llevolas
el saneamiento.
-Pero... ¿cómo fue?
-Vino el saneamiento y dejonos con
dos. Dijeron que las otras taban malas.
Se trataba de la campaña de
saneamiento de la ganadería en la que se encontraron dos reses enfermas; nos cuenta que vive con su hijo menor, los otros
se fueron para Cangas del Narcea o para Oviedo. Ahora vienen con la prole los
fines de semana.
-¿Tiene miel para vender?
-Natural, casera, sin trampa. A mil
pts/kg.
Incluso ofreció un trocito de
rezumante panal. Antón mercó un kg.
-¿Cuánto falta para Seroiro?
-Según caminéis. A mí me lleva 2 1⁄2
h cuando voy a misa. El camino no tiene pérdida, y en caso de duda, seguid los
postes de la luz.
Por la izquierda hay algunos
prados y en la sebe crecen un par de cerezos cargados de fruto (como las uvas de
la zorra). Al volver la vista atrás,
observamos en la ladera S de la sierra de Cazarnoso un par de cicatrices con el
aspecto de ser lo que queda de una cata romana en busca de oro.
El espigón que
tenemos enfrente son los riscos de Chao Pandela. Apreciamos la panorámica del
valle del Aviouga y del bosque de Valdebois. Es notable la mancha de abedules
que, desde El Connio,
se extiende a Muniellos. Pasamos un cortín arruinado y
bajamos hasta el reguero Llamoso. Estamos a un km de Seroiro. El pueblo que se
ve a la derecha es Pradias.
También en Seroiro las
construcciones son de pizarra. Vivienda, cuadra y hórreo están dentro de una
portalada; y los caminos están emparrados. Con esta disposición es imposible
fisgonear intramuros. La vecindad es simultáneamente cómplice y muy
independiente. Nada extraño escapa a la vigilancia de los moradores. Cada
vecino es un centinela. Funciona la autocensura porque siempre está en juego la
reputación.
Cansados y sedientos buscamos un
bar sin éxito. Ante el portalón de una de las
casas nos sentamos a esperar el paso de alguien o despertar curiosidad. Sale un
rapaz al que imploramos un poco de agua y, efectivamente, nos trae. Nos invita
a pasar a la antojana y al poco tiempo se incorpora su padre (d. Enrique, que
cumplió el servicio militar en África) interesándose por nuestra presencia
y la ruta que seguimos. A nosotros nos interesa saber si las parras producen
uvas para vino.
-Mucho y excelente. Tengo pa tol año. El año pasao me
ofrecieron a 200 pts/l.
Nos ofrece una prueba. Es blanco,
joven, aromático afrutado, muy fresco. Buscamos un teléfono para llamar a un
taxi y regresar al coche. Vamos a la centralita pública. Al paso dejamos la
casa, blasonada, de Meirazo (con escudo de armas de Uría) y llegamos al
locutorio. Una mujer atlética, morena, con rasgos ligeramente angulosos, de
indudable belleza, y muy lejos de las que describió Salazar en el s. XVI, se
hace cargo de la situación y efectúa la llamada telefónica al taxi. Llega un
viejo Ford Granada y en él regresamos al punto de partida.