DEL CONIO A VALDEBOIS

Travesía realizada el 6 de julio de 1996
MTN 1:50.000 de 1953
Contiene el mapa información de gran interés del que destaco su riqueza de topónimos y la red de caminos transitables. 
Ya nos habíamos asomado a este valle del Aviouga por el Chao la Argasada.
El bosque de Valdebois fue famoso por extensión, espesura, y calidad de sus árboles, aunque en la actualidad está muy aclarado. Fue integrado en la Reserva Biológica de Muniellos y se está reforestando con especies autóctonas.
Desde aquí una pista de reciente construcción arranca hacia el N cabalgando sobre la sierra Cazarnoso, y otra tiende a enterrarse en el valle. Al asomarse se ven sus primeros zig-zag hasta que la espesura la engulle. En los mapas están perfectamente señalizadas ambas. Seguimos la que baja al valle del Aviouga y parece que será muy cómoda.

Desde los primeros pasos entramos en un túnel de bóveda verde y todo presagia un día espléndido. La pista traza unas Z's en rápido descenso. A los lados, protegidos por tutores, crecen plantones de cerezos, serbales, abedules y acebos.
Hemos pasado un tramo frecuentado por el movimiento peatonal y entramos en otro menos pisado. Hierbas altas y zarzas crecen en el camino de parte a parte, hasta tal punto que en algunos intervalos cuesta reconocer el trazado original.

Hace pocos años hubo un gran incendio del que quedan los esqueletos tostados de los árboles y creció un denso matorral.
Llegamos a una camperina en la que queda un montón de piedras, sin duda resto de una construcción anterior, tal vez una cabaña.
Hay que andar atento porque la hierba oculta el camino. La vegetación es envolvente, el calor, la humedad y los millones de moscas que nos asedian desatan nerviosismo. 

Aún no vemos el río y necesitamos llegar a su ribera para encontrar mayor frescura. Faltan los jíbaros y la mamba verde para sentirnos en el trópico.

Atención al cortín en el ángulo superior derecho
Las abejas pertenecen a la casería y son tratadas como un "ganado" más (clasificadas como ganado menor) y la entrega de colmenas y colmenares figuraron en dotes para hijas y mandas testamentarias.
Llegamos a la ribera, a los prados, que requieren vías de servicio, y los caminos se ensanchan. Las moscas nos abandonan porque encuentran otros niveles de vuelo; el camino llanea; y el valle se abre.
Caminamos con gran comodidad. Aparecen los primeros prados y algunos puentes de travesaños o un solo tronco. 

El fondo es pedregoso, de cantos rodados color jarabe ámbar, que cruza alguna trucha velocísima (me propongo fotografiar alguna). El agua cristalina se ve mejor en silencio, también el bosque, y los cortines.

En la margen derecha del río se mantiene espeso el bosque y sobre un crestón de cuarcita se asienta un cortín como un mascarón de proa. 
Desembocamos a la pista que, va a Valdebois y pronto encontramos unas construcciones sólidas cubiertas de plástico negro y abiertas a los vientos: son garajes con cobijo para 10 coches.

Las casas de Valdebois tienen paredes de piedra pizarrosa y tejados de pizarra plomiza. Destacan  las antenas parabólicas que brotan de las paredes de las viviendas y en las colondras de los hórreos. Hay una gran panera espléndidamente decorada y, un poco más allá, una casuca. A una señora enlutada -que entretiene a unos niños- le preguntamos por el ganado y los pastos:
-Teníamos cuatro vacas ya dos llevolas el saneamiento.
-Pero... ¿cómo fue?
-Vino el saneamiento y dejonos con dos. Dijeron que las otras taban malas.

Se trataba de la campaña de saneamiento de la ganadería en la que se encontraron dos reses enfermas;  nos cuenta que vive con su hijo menor, los otros se fueron para Cangas del Narcea o para Oviedo. Ahora vienen con la prole los fines de semana.
-¿Tiene miel para vender?
-Natural, casera, sin trampa. A mil pts/kg.
Incluso ofreció un trocito de rezumante panal. Antón mercó un kg.
-¿Cuánto falta para Seroiro?
-Según caminéis. A mí me lleva 2 1⁄2 h cuando voy a misa. El camino no tiene pérdida, y en caso de duda, seguid los postes de la luz.
Por la izquierda hay algunos prados y en la sebe crecen un par de cerezos cargados de fruto (como las uvas de la zorra). Al volver la vista atrás, observamos en la ladera S de la sierra de Cazarnoso un par de cicatrices con el aspecto de ser lo que queda de una cata romana en busca de oro. 

El espigón que tenemos enfrente son los riscos de Chao Pandela. Apreciamos la panorámica del valle del Aviouga y del bosque de Valdebois. Es notable la mancha de abedules que, desde El Connio, 

se extiende a Muniellos. Pasamos un cortín arruinado y bajamos hasta el reguero Llamoso. Estamos a un km de Seroiro. El pueblo que se ve a la derecha es Pradias.
También en Seroiro las construcciones son de pizarra. Vivienda, cuadra y hórreo están dentro de una portalada; y los caminos están emparrados. Con esta disposición es imposible fisgonear intramuros. La vecindad es simultáneamente cómplice y muy independiente. Nada extraño escapa a la vigilancia de los moradores. Cada vecino es un centinela. Funciona la autocensura porque siempre está en juego la reputación.
Cansados y sedientos buscamos un bar sin éxito. Ante el portalón de una de las casas nos sentamos a esperar el paso de alguien o despertar curiosidad. Sale un rapaz al que imploramos un poco de agua y, efectivamente, nos trae. Nos invita a pasar a la antojana y al poco tiempo se incorpora su padre (d. Enrique, que cumplió el servicio militar en África) interesándose por nuestra presencia y la ruta que seguimos. A nosotros nos interesa saber si las parras producen uvas para vino.
-Mucho y excelente. Tengo pa tol año. El año pasao me ofrecieron a 200 pts/l.

Nos ofrece una prueba. Es blanco, joven, aromático afrutado, muy fresco. Buscamos un teléfono para llamar a un taxi y regresar al coche. Vamos a la centralita pública. Al paso dejamos la casa, blasonada, de Meirazo (con escudo de armas de Uría) y llegamos al locutorio. Una mujer atlética, morena, con rasgos ligeramente angulosos, de indudable belleza, y muy lejos de las que describió Salazar en el s. XVI, se hace cargo de la situación y efectúa la llamada telefónica al taxi. Llega un viejo Ford Granada y en él regresamos al punto de partida.

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