La curiosidad mató al gato


POR MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

Difícil explicación tiene el origen de esta expresión y parece indicar que la excesiva cautela y escasa sociabilidad pueden ser tan peligrosos como  el aislamiento y la asunción de riesgos innecesarios, pone a los gatos como ejemplos de cuidar sus todos actos y movimientos y este exceso de recelo también puede acabar con ellos.
Este corto preámbulo  servirá para situarme en algún punto indefinido pero cercano a la curiosidad más exacerbada.
Supongo que en Oviedo hay montados servicios de inteligencia con espionajes y contraespionajes, y más afinados con los medios técnicos de los que dispone la moderna sociedad.
Encuentro yo que resulto algo afectado por mi narcisismo pero se me escapa la vanidad cada vez que ve a algún sin papeles, quizá peligroso, pavonearse impúdicamente ante cualquier autoridad tenga o no uniforme.
Hoy me encontré con un verdadero acorazado, algo así como el samurái que había en el antiguo museo arqueológico de esta ciudad, o los –ya extintos- placodermos. Vivía en un corto túnel de la senda a Las Caldas con otros muchos vecinos.

Armadillium sp
Armadillium sp.
Tenía aspecto muy llamativo, sólo parecía protegerse de los pisotones propios de una avalancha. No quiso darme su nombre pero su aspecto inconfundible me hizo llegar fácilmente a su identificación, más bien me pareció que debía llamarse “desarmadillo” pero hay hoy libertad para imponer un nombre que no esté en el santoral católico.
Pensando que a nadie se le ocurriría escudriñar estos lugares proseguí camino sintiéndome su cómplice y asegurándome, a mí mismo, que jamás le delataría.
A los pocos metros retrocedía para comprobar que seguía en el mismo sitio, que no se había asustado, y ningún peligro le amenazaba.
¡Susto! Cuando llegué no estaba y en un lugar muy próximo me encontré con un nuevo -para mí- inquilino.

Porcellio sp
Porcellio sp.
Tenían algún parecido y nada hacía pensar que no fueran europeos y hasta españoles, éste último se asustó –quizá adivinó que iba a ser fotografiado- y  se fue a toda velocidad. Gracias a la foto pude ponerle nombre, casi parece latino; y, al interesarme por él descubro que estos son sus apellidos, pues es un Isópodo, que resulta ser que tiene los pies idénticos.
Las pesquisas de estos indocumentados se hacen arduas y desanimarían al mismo S. Holmes, pero mi curiosidad me arrastra y me prometo que volveré a inspeccionar el tunelillo, seguro que algún experto en camuflaje se escapó a mi aguda vista.
Se hizo tarde y regresé a Oviedo, había de gestionar dos o tres asuntos en algunos bares de mi barrio. Para llegar a uno de ellos se ha de pasar frente a uno de los supermercados de la marca El Árbol, pintados con su característico color verde fosforescente, y encontré un extraño descansando en su pared. No parecía un mendigo, me chocó su inmovilidad y le llamé desde la otra acera; nada no hubo respuesta. Muy ‘picado’ por la curiosidad me acerqué para obtener una fotografía y tampoco manifestó temor ni sorpresa, impávido.
Como es habitual por la cara llegué al nombre



Limenitis camilla
Limenitis camilla
Vi esta especie en la periferia de la ciudad y es la primera vez que la encuentro en zona urbana. ¿Despistada? ¿enferma y agónica? No es corriente que un animal silvestre se muera de viejo, suele ser devorado por sus depredadores; podría ser que se hubiera intoxicado por algunos de los muchos venenos que en la ciudad más limpiada del mundo se usan para preservar la seguridad de sus gigantescos moradores: los humanos.



AUTOR DE FOTOS Y TEXTO MANUEL ANTONIO MIRANDA ÁLVAREZ

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